Se acabó el discurso del miedo

Los partidos de la izquierda han vuelto a apelar en junio de 2022 a los miedos prefabricados

José Fernández
09:00 • 24 jun. 2022

De todas las lecturas que se están haciendo de la epifanía electoral del pasado domingo, creo que la más significativa es la que marca el final del discurso del miedo como recurso de estrategia electoral. Si algo han demostrado los votos de los andaluces es que la gente vota sin miedo. Y eso es objetivamente una buena noticia porque a lo mejor alguien empieza a darse cuenta de que nunca ha habido miedo y los que así han pensado se han estado equivocado todos estos años.



En lugar de apelar a las esperanzas, proyectos e ilusiones de la gente, los partidos de la izquierda, especialmente el PSOE, han vuelto a apelar en junio de 2022 a los miedos prefabricados sacando el apolillado atrezzo argumental de la derechona cavernaria, el apocalipsis de los derechos y, naturalmente, la paseada momia de Franco. Insisto una vez más en algo que me parece muy razonable y es que si por casualidad me estuviera leyendo alguien de la pintoresca Fundación Francisco Franco, le diría que haría bien en interponer una demanda por competencia desleal al PSOE, porque les están usurpando claramente los objetivos básicos de esa organización, que son -copio textualmente- “difundir y promover el estudio y conocimiento sobre la vida, el pensamiento, el legado y la obra de Francisco Franco Bahamonde, en su dimensión humana, militar y política”.



Creo que la sobreexcitación y la pasión con la que los socialistas se siguen empeñando en este fin sólo puede conducir a esa querella por apropiación indebida de objetivos o, directamente, a considerar la posibilidad de fichar como CEO de la misma al socialista almeriense Fernando Martínez, que es a la memoria de Franco lo que la lucecita del Pardo a la lucha de occidente contra el contubernio judeomasónico.



En todo caso, y por alguna razón que no alcanzo a comprender, cuando llegan las elecciones la izquierda española se transforma en una de esas compañías de actores aficionados que insisten en representar el “Rocky Horror Picture Show”, que por mucho que la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos diga que es una obra cultural, histórica y estéticamente significativa, es un tostón desactualizado sólo admisible para los muy partidarios.



Eso era al menos lo que pensaba uno cuando a lo largo de la pasada campaña veía cómo la izquierda insistía en esa guardarropía añeja de mensajes que parecían sacados de la Sastrería Cornejo de los saldos editoriales: que si hay que elegir entre derechas y derechos y que si ganaba la derecha iba a producirse una especie de holocausto sociológico con pérdidas de derechos, discriminación genérica y persecuciones diversas, etcétera, etcétera. Y no. Andalucía ha votado en libertad y sin miedo.



Si me apuran, el único temor era que volvieran a ganar quienes después de haber sido desalojados por el rechazo y el hartazgo que producen el desparpajo en el delito y la segregación sectaria de los no adeptos, insisten en mostrar el orgullo por lo cometido y proclaman la dignidad de los delincuentes condenados. Lo que intranquiliza es comprobar la absoluta falta de autocrítica y la soberbia de quienes insisten en sostener sus errores sin querer enmendarlos. Y no sólo eso: lo que de verdad da pánico es ver que hay partidos que dicen que si no ganan se van a ver obligados a salir a tomar la calle, como dijo la impagable señora Lastra. Y que después de todo eso haya quien todavía se pregunte las razones del batacazo electoral, pues más que miedo da risa. 





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