Metafísica merengue

La racionalidad dictaba que la Quinta del Buitre debía al menos haber ganado una copa de Europa

Javier Adolfo Iglesias
09:00 • 02 jun. 2022

Al día siguiente de la victoria del Real Madrid en la  final de la ‘Champions’ proliferaron titulares de prensa y artículos de opinión que decían: “Hay que creer”, “Gloria infinita”, “Eternidad”, “Contra toda lógica”, “Lo imposible se hace real”,  etcétera...Este discurso ampuloso ya venía repitiéndose semanas antes, con las sucesivas, sorpresivas y agónicas eliminatorias del Madrid contra el Chelsea, PSG y Manchester City.



Lo que hay detrás de esas palabras y titulares grandilocuentes es sencillamente metafísica, lo que fue el corazón de la filosofía durante siglos. Se hablaba del ser y la nada, de la permanencia y el cambio, de la identidad, la fe y la creencia, de lo material y lo ideal, del infinito y la eternidad, casi como los entusiastas periodistas con el Real Madrid.



La metafísica fue durante siglos un halago excesivo de la razón a si misma, una altanería y arrogancia humana; le hacía creer que la realidad era comprensible y predecible. Entonces llegó el empirista David Hume y tiró por tierra todo intento metafísico. La ciencia la había vuelto prescindible.



Hume se reiría de todo intento de inflar unos hechos que son los que son y nada más, como el himno merengue. El pasado sábado, el Liverpool pudo haber goleado al Real Madrid y no lo hizo porque la realidad dictó su última palabra. Y esto es solo una forma de hablar.



Revestir los últimos hechos alrededor del balón de una mística o más incluso, usar el cómico y manido “ADN del Real Madrid”, es sencillamente una estupidez. Y además, contagiosa. Igualmente, la UD Almería sube a la Primera División y ya la ciudad es de Primera, sin atascos ni retenciones en la autovía de Poniente.



La realidad del fútbol no tiene lógica y ganar o perder entra dentro de lo posible, no es que haya que explicar lo imposible. De hecho, el equipo del ‘Santiago Bernabeu’ se tiró tres decenios sin ganar una copa de Europa. La lógica y racionalidad dictaba que aquel ‘dream team’ de la Quinta del Buitre -con un juego de tiralineas con Beenhakker y el primer Toshack- debía haber ganado. Sin embargo, se cruzó el Milán de Ancelotti y toda lógica del deber o metafísica se esfumó. El genial Kant advirtió que la metafísica es una inercia que tiene nuestra razón y nos puede llevar a salirnos de las curvas y estrellarnos una y otra vez con la realidad como aquel coche televisivo de Paco Costa.  



Eso nos ocurre a los españoles, que amamos demasiado la metafísica y evitamos así ver de frente los problemas. Hasta que nos comen como le pasó a Zapatero y la crisis de los brotes verdes que tanto negó. ¿Vamos por el mismo camino?



La peor metafísica española está en la pedagogía, la ingeniería social, el nacionalismo, la xenofobia o el relativismo ético.


De Rousseau salieron tres hijos metafísicos y bastardos de la Filosofía que hoy nos pesan a los españoles: el nacionalismo, el comunitarismo identitario y la pedagogía. Los currículos educativos están llenos de disparates metafísicos que son la culminación de muchos otros que los políticos de inicio de este siglo importaron de las universidades de los Estados Unidos.


Por eso, ya vamos viendo los profesores el daño que la Ley Celaá va a hacer a nuestros hijos e hijas a partir del curso que viene. Por ejemplo, en un libro de Historia se recoge una actividad en la que se les pregunta: “¿Debe España pedir perdón a los países hispanoamericanos por la colonización a partir de Colón?” La cultura woke y el revisionismo se han abierto paso entre los españoles porque ya teníamos la muy metafísica ‘memoria histórica’, que la victoria del Real Madrid ha rescatado. El enorme portero Courtois la convocó al declarar que esta vez estaba en “el lado bueno de la historia”. Entonces, unos alumnos muy aplicados se han aprestado a ‘cancelarlo’ arrancando la placa honorífica con su nombre del entorno del Wanda. Nos espera un curso muy triste y metafísico. 



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