El PP se echa al monte

La derecha sigue despertando numerosos anticuerpos en la España plural

José Ramón Martínez
08:59 • 25 may. 2022

En qué momento se jodío el Perú es una frase de Mario Vargas Llosa que ha hecho fortuna y que sirve para buscar en el pasado ese instante en que todo se torció. La pregunta nos sirve para interrogarnos el por qué el modelo liberal centrista de la UCD de la Transición no tuvo continuidad política, aunque es cierto que sería el PSOE de Felipe González el que asumió los valores moderados de aquella España política que nacía. Sin embargo, en el campo de la derecha la alternancia costó, nunca mejor dicho, sangre, sudor y lágrimas y, al final sería el arisco José María Aznar de la mano del prepotente Pedro J. Ramirez, director de El Mundo, los que impusieron el estilo y las formas del conservadurismo español.



La deriva del PP Con la transición a la democracia ya normalizada se fueron abriendo paso a codazos los que llegaban dispuestos a todo, con tal de alcanzar audiencias y poder. La ideología del triunfo, la moral del éxito y el narcisismo en estado puro se institucionalizaron. Empezó una nueva política caracterizada por el antagonismo partidista sobreactuado y cainita, y unos medios orientados a la confrontación y el espectáculo. El caso es que la intolerancia y la intransigencia se han instalado con naturalidad en la vida política. El respeto mutuo, la persuasión crítica, la empatía, la educación, parecen haber desaparecido de nuestro escenario comunicativo.



En sus Memorias de estío, el político e intelectual más brillante que ha dado la derecha española, Miguel Herrero de Miñón, lo iba a expresar muy bien en su despedida, en un comité ejecutivo de su partido: «No me creo dotado para el silencio parlamentario, ni para la algarada parlamentaria, sino para la activa participación en el debate positivo y constructivo. No deseo en consecuencia repetir la experiencia de la pasada legislatura y creo que mi mejor contribución a la vida pública puede hacerse al margen de la confrontación, que me parece excesiva». 



Ruido y furia Finalmente, una generación de jóvenes conservadores más cercanos al tremendismo y excesos verbales de Tuiter y Facebook empiezan a emerger como los nuevos líderes políticos del presente, aunque no es solo un fenómeno en la derecha, sino que se da en todos los partidos, muy influenciados, sobre todo, por el universo digital. Lo vemos en la candidata de Madrid Isabel Díaz Ayuso que aprovechó la pandemia para hacerse famosa y que sus mensajes publicitarios fueran los más cliqueados en las redes. A costa, hay que decirlo, de que la comunidad madrileña perdiera a un político entrañable, dialogante, democrático, humanista como el señor Ángel Gabilondo



Sin embargo, esta política no suma, esta política confronta y separa a la ciudadanía; es una política de trincheras más propia de tiempos pasados. Y sino que se lo pregunten a los catalanes donde el movimiento independentista gana elecciones pero a costa de llevar a Cataluña al frentismo y a la dialéctica guerracivilista. Y esa parecer ser la deriva de los conservadores españoles, lo que implica su alejamiento de la cultura del consenso y el pacto. Las consecuencias de esta política la hemos visto en sus propias filas en las que se ha impuesto el cainismo más despiadado en la destitución de su líder Pablo Casado.



Epilogo Pues bien, si el liberalismo conservador español quiere dar respuesta a los retos del futuro, y no refugiarse en el discurso de la inestabilidad o el miedo como argumento a su inmovilismo y falta de ideas, necesitaría renovar su equipaje ideológico. Algunos achacan su arteriosclerosis doctrinal a que han perdido su ADN regeneracionista y a su arrogancia y altivez, escasa de dudas. De igual manera, la derecha sigue despertando numerosos anticuerpos en la España plural, casi no tiene representación política en comunidades como Cataluña y Pais Vasco, algo muy grave en un partido que opta a gobernar en España. (Próximo artículo: El PSOE en la encrucijada)






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