Juanma y Bendodo ganan el congreso del PP

“Cuca Gamarra y Elías Bendodo son dos signos de que la periferia va a tener un peso importante”

Pedro Manuel de La Cruz
08:59 • 03 abr. 2022

Fue el lunes 24 de febrero de 2014. Habían pasado pocas semanas de su designación como presidente del PP andaluz y Juanma Moreno me invitó a un encuentro en el Parador de Carmona con Núñez Feijóo y en el que también estuvo Paco Rossell, director de El Mundo. La comida y la larga sobremesa dieron para un análisis amplio de todos los temas que entonces rodeaban el entorno político nacional. Cuando nos despedimos, llamé a Carmen Crespo, entonces delegada del Gobierno en Andalucía y le trasmití mi opinión sobre el político gallego. Me ha parecido un tipo interesante- recuerdo que le dije-, tiene las ideas claras y es muy reflexivo. Percibo que con Juanma tiene una sintonía total. 



Aquella era una opinión inevitablemente apresurada, nadie conoce a nadie en apenas tres horas de conversación, pero sí percibí su lejanía de los vientos airados que ya entonces movían la política española.  



Pasaron los años y la tormenta de la moción de censura a Rajoy situó al político gallego en el centro del escenario. Su candidatura a la presidencia nacional del partido se antojaba la más inteligente, atendiendo a su capacidad para concitar un indiscutido apoyo mayoritario entre la militancia y a su consolidada experiencia en la gestión pública. No fue así.  



Mientras Soraya, Cospedal y Casado se sonreían en público y se despedazaban en privado, Feijóo permaneció apostado en su relajada aldea gallega y de aquella decisión inexplicada surgió una deriva en la que el partido optó por un tactismo más cercano a la improvisación adolescente del mal aprendiz que a la madurez del experto que, como canta el verso machadiano, ya ha navegado en cien mares y atracado en cien riberas. Así les ha ido. 



El PP de Feijóo comenzó ayer una nueva travesía y el tiempo dirá si después de haber navegado en medio de las turbulencias provocadas por el aventurismo improvisado de quien no tenía más experiencia profesional que la militancia en las Nuevas Generaciones, comienza a transitar por comportamientos más cercanos a la sensatez contundente de la crítica razonante que al griterío airado del insulto inconsistente. 



Feijóo no lo va a tener fácil. El Foro madrileño y el ayusismo tratarán de tutelarlo. En las Vísperas de su aclamación ya ha habido francontiradores que han comenzado a disparar las primeras balas, no contra él, sino lanzando salvas de ordenanza- ¡al cielo con ella! - a Isabel Díaz Ayuso, su enemiga más íntima si en las próximas elecciones generales no logra sustituir a Sánchez en La Moncloa. Aznar, Rajoy y Casado tuvieron dos y hasta tres oportunidades Feijóo solo tendrá una. O César o nada. Y, como César, nunca debe olvidar que quien te mata es siempre quien tienes más cerca. Si el nuevo presidente del PP tiene dudas, que se lo pregunte a Casado. 



Pero, a la par que a esa dificultad inevitable del púlpito mediático madrileño (Feijóo, al cabo, no es más que un político provinciano para el tertulianismo todólogo) el líder del PP tendrá que enfrentarse al abismo de una decisión inevitable: o con Vox o contra Vox. Una decisión endiabladamente compleja porque Vox es su enemigo, pero sus votantes fueron sus aliados y el camino de regreso al lugar del que partieron no será nada fácil, todo lo contrario. 



La estrategia seguida hasta ahora por los populares solo ha reportado beneficios al partido de extrema derecha, así en el cielo de las encuestas como en la tierra de las urnas. El pacto en Castilla León es solo el principio de un camino en el que Abascal tiene todo que ganar y nada que perder. 


Al contrario que Pedro Sánchez cuando, en las generales de junio de 2016 Iglesias y sus confluencias se quedaron a solo 14 diputados del PSOE- 71 de los podemitas, 85 de los socialistas- el PP no ha desarrollado una estrategia de confrontación inteligente contra quien le segaba la hierba electoral, sino que ha ido abonándola con la torpeza de asumir la simpleza argumental del populismo cuñadista. Sánchez se dio cuenta entonces de que en las fortalezas de aquella irrupción espectacular de Iglesias también se escondían algunas debilidades y se aprestó con determinación y sutileza, siguiendo la máxima de “simula y disimula” recomendada por el cardenal Mazarino, a aprovecharlas. No tuvo escrúpulos (nunca los tiene) y ahí están los resultados: el asalto a los cielos con parada intermedia en el sorpasso al PSOE que parecía tan cercano ha acabado en el limbo de la desorientación, el peor andén de la peor estación de llegada en la que puede quedar instalado un partido. 


Feijóo tiene tarea por delante y haría bien manteniendo distancia con quienes ayer lo sacaban en procesión porque, si las urnas no le son propicias, está escrito que a las palmas del Domingo de Ramos le siguen los clavos del Viernes Santo. Y para no perder esa perspectiva debería recordar los consejos del escritor Santiago Montoto, recogidas por el maestro Paco Giménez Alemán en uno de sus excelentes artículos de hace unas semanas, y en las que aconsejaba que, para ser un buen político, es preciso tener “paciencia y prudencia, verbal continencia, no demostrar mucha ciencia y presencia o ausencia según conveniencia”. 


El Feijóo de aquel ya lejano lunes en el Parador de Carmona me pareció un tipo prudente y paciente. Durante el mes de campaña interna ha caído en el error de verbal incontinencia que le ha llevado a chapotear con no excesivo tino en algunos charcos de los que ha tenido que salir como ha podido.  


El tiempo dirá si es capaz de vencer al mal de altura de la política nacional. La elección de Cuca Gamarra y Elías Bendodo son dos signos de que la periferia va a tener un peso importante en la calle Génova. Dos signos que, a la vez, habrán hecho saltar las alertas de quienes ahora aplauden, pero nunca han dejado de pensar que Madrid es España porque España es Madrid. La conspiración febrero no se hizo para que regresara el rajoyismo. Y Feijóo lo sabe.    


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