Ensayo general

“Cuando estás en una guerra de verdad no sientes su realidad porque la has visto mucho por TV“

Javier Adolfo Iglesias
08:59 • 17 mar. 2022

La noche llegó antes de su hora el pasado lunes cuando una densa nube de polvo anaranjado comenzó a envolver Almería. Esta inquietante calima que nos atrapa se puede sentir como el forillo teatral terrorífico para la extraña representación de la guerra en Europa.



La guerra no es una función pero tiene mucho de ficción e irrealidad, como esta calima.  Hay gente en España que aún no cree que estemos viviendo una de verdad al igual que hace dos años, cuando comenzó el confinamiento, hubo personas que dudaron de la existencia del invisible y dañino virus Sars cov-2.



La guerra produce este efecto de extrañamiento que viví en Bosnia en julio de 1993. No pasó un día sin que me preguntara si aquello era real. Por ejemplo, la gente me señalaba una esquina y me aseguraba que al doblarla, ahí se podía morir, y yo nunca me atreví a comprobarlo. Tenía que razonar como hizo Descartes durante la Guerra de los Treinta Años, algo así: “Veo casas quemadas, me rodean decenas de soldados armados con fusiles, algunos van en coches agujereados como los de Mad Max, pasan tanques y enormes cañones junto a mi, hay decenas de esquelas pinchadas en los árboles, la electricidad la dan generadores de combustión, veo mucha gente sin una pierna, hablo con jóvenes que irán en horas a pegar tiros...¡entonces debo de estar en la guerra aunque siga sin verla!”.



Cuando estás en una guerra de verdad no sientes su realidad porque antes la has visto demasiadas veces por televisión mientras te tomas una sopa con fideos. Pero la guerra es insoportablemente real, de lo más real que existe, como el dolor, la enfermedad, la angustia, el miedo o la muerte.



Desde nuestro Indalo a miles de kilómetros de Ucrania hay quien sigue viendo esta guerra como si fuera una representación teatral. Y la vive un ratito, el suficiente para que le de la razón, para expresar sus ideas de siempre en redes sociales y reafirmar sus tópicos y prejuicios.



Es surrealista ver a españoles que repiten las mismas mentiras de Putin: “Que los ucranianos son nazis, que la OTAN se ha expandido hasta amenazar a Rusia, que la Unión Europea practica el seguidismo de los EEUU, que esta situación la ha provocado Biden porque su hijo trabajaba en Ucrania”...estas estupideces y otras han salido de la boca de Pablo Iglesias, quien ahora dirige un programita como de radio pirata universitaria, rodeado de jovencitos que babean a su lado y siempre le dan la razón.



La guerra está aquí y no nos damos cuenta aún porque seguimos viviendo nuestro teatrillo burdo de pantallas.



Se ha juntado el hambre con las ganas de comer. Y además, la guerra. Todos vamos a ser más pobres, ya lo somos, pero a Pedro Sánchez le ha pasado como a Zapatero y le ha pillado también su Lehman Brothers con la cara de Putin y sin los deberes hechos.  


A los ucranianos y su valeroso presidente le debemos mucho, porque están luchando por nosotros, le han plantado cara al dictador ególatra ruso y están así ganando tiempo para que las sanciones económicas hagan mella en el entorno financiero y social del Kremlin.


No seamos ingenuos, más vale que luchemos contra Putin apretándonos el cinturón que con el cetme al hombro. Esa es nuestra guerra por ahora. Que todos cumplamos con nuestra parte: el Gobierno debe bajar impuestos y aliviar a agricultores, transportistas..., también tiene que suprimir gastos innecesarios. Por su parte,  los empresarios deben reducir ganancias,y todos los demás, a seguir combatiendo a Putin apretándonos el cinturón. Si ganamos de esta manera, no tendremos que lamentar y recordar en un futuro la calima de estos días como un ensayo general de la representación final, cuando del cielo baje para siempre el último telón rojo y abrasador.


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