No es país para viejos

“Los viejos -no diré ancianos, que me suena despectivo- se han rebelado contra los bancos“

Alberto Gutiérrez
08:59 • 29 ene. 2022

Lo de los bancos y su desafección a los viejos es el síntoma; la enfermedad es la gerontofobia como contrapunto a un culto exacerbado a la juventud, al cuerpo torneado y vibrante, a los absurdos filtros de Instagram. Por eso muchas adolescentes andan perdiendo la autoestima y el norte: el baremo que las consolida en la tribu es la apariencia, la sonrisa perfecta y la mirada constante, que cantaba Silvio Rodríguez. Aunque eso ha sido así siempre. Sin embargo, la adolescencia se está prolongando hasta ocupar otras franjas de edad más tardía y los cirujanos plásticos tienen las consultas ocupadísimas, tanto como sus bolsillos. Mientras, por otro lado, se ningunea a los viejos, a los que damos por amortizados. Ellos, que levantaron España cuando aquí no había ni estado del bienestar ni derechos sino todas las obligaciones para sacar las vidas de sus familias adelante. 



Los viejos -no diré ancianos, que me suena despectivo- se han rebelado contra los bancos con razón. Y no es que yo tenga diferencias con las entidades bancarias -como sí las tuve en su día, erróneamente-, entre otras cosas porque gracias a sus créditos e hipotecas vivimos razonablemente bien. Si no, de qué. Pero los bancos se han ahormado a una sociedad juvenil por puro interés mercantilista, olvidando a nuestros mayores, que ahora se han rebelado ante la inoperancia de las sucursales, que a su vez arrastran problemas de rentabilidad, digámoslo todo. Si bien los beneficios de los bancos son cuantiosos y muy jugosos, digámoslo también.



No es ésta una sociedad para viejos, parafraseando el título de la película de Javier Bardem, porque la vejez es una molestia, un incordio, una precipitación de problemas, y no estamos dispuestos al sacrificio y a la gratitud. Algo venimos haciendo muy mal para que nuestros padres y abuelos no gocen de la jubilación como es debido, para que no tengan que ayudar con sus pensiones a los hijos, para que carguen con los cuidados de los nietos y para que cuando tengan que realizar una sencilla consulta en el banco les digan ‘vuelva usted mañana’, que decía Larra. O, todavía peor, para que un joven empleado de traje barato, al que no conocen porque jubilaron tempranamente a los veteranos de la oficina, le comunique que deben acceder por el smartphone, pues ya no atienden en la ventanilla. Como un día los yayos saquen sus ahorros todos a la vez se iban a enterar. Eso no provocaría una crisis sino una hecatombe planetaria. Pero ahí estarían los viejos, de nuevo, para sacarnos las castañas del fuego. Menudos son.








Temas relacionados

para ti

en destaque