Garzón y el arzobispo de Canterbury

El ministro que dijo que el turismo es un sector de bajo valor añadido ha vuelto por sus fueros

Alberto Garzón.
Alberto Garzón.
Alberto Gutiérrez
08:59 • 08 ene. 2022

No dimitirá ni tampoco le cesarán. No se cansen. Tras su polémica entrevista en el periódico inglés The Guardian, Alberto Garzón, ministro de Consumo del Gobierno de España, sigue pensando que afirmar en un medio internacional que una parte de la carne producida en España es de mala calidad no ofrece motivo para el escándalo. Sería así, claro, si hubiese hecho semejantes manifestaciones a título personal, como ha querido matizar sin demasiado éxito la ministra de Educación, Pilar Alegría. Pero, obviamente, el prestigioso diario británico no lo incluyó en sus páginas por llamarse Alberto Garzón, ciudadano español algo locuaz y en su tiempo libre metepatas. 



El mismo ministro que dijo que el turismo es un sector de bajo valor añadido ha vuelto por sus fueros a cuenta de las macro granjas de ganado de carne, a las que acusa de contaminación medio ambiental y otras malas prácticas sanitarias. Tenga razón o no, lo que tiene que hacer un ministro no es criticar a sus compatriotas en un periódico extranjero sino ponerse manos a la obra para hallar una solución al posible problema. Que para eso se mete uno en política, habría que recordarle.



Imaginemos por un instante a otra ministra del Gobierno, Margarita Robles, titular de Defensa, quejándose de la fortaleza de nuestros ejércitos en una televisión magrebí: “Mire usted señor periodista, en el flanco sur no contamos con todos los soldados que nos gustaría ni tampoco tenemos demasiado armamento”. Por suerte, la señora Robles es muy distinta al inefable Garzón. 



Pero el asunto ofrece más derivadas, ya que nuestro protagonista seguirá ejerciendo el cargo dado que Pedro Sánchez no se atreverá a cesarlo, lo que le apearía a él del poder. Una de ellas es la amenaza que se cierne sobre otros sectores en los que podrá chapotear a partir de ahora. Verbigracia la agricultura intensiva almeriense, la que da de comer a media Europa y a media Almería y ha convertido nuestra provincia en una de las más pujantes de España. Con este ministro en el poder cualquier día se desmarcará criticando lo que considera un abuso, una mala praxis, una contaminación de más o lo que su alma llanera de salva patrias considere que debe denunciar a los cuatro vientos. Y todavía aparecerán sus correligionarios y seguidores a palmotear las “verdades” de su barquero.



Sus declaraciones dejan otra incógnita. No sabes si es un canalla por poner en entredicho a la industria cárnica española o un ingenuo por dar lugar a que un periodista coloque un titular absolutamente nocivo para nuestros intereses. ¿No tiene asesores? ¿Nadie le puede avisar de que los periodistas buscan siempre carnaza, y nunca mejor dicho? Recuerden lo que le ocurrió al arzobispo de Canterbury antes de llegar a Nueva York. Sus asesores le previnieron de la mala uva de la prensa -a la que Inocencio Arias llama medio en broma “la canallesca”-. Pues bien, nada más atracar con su barco en la Gran Manzana le preguntaron qué opinaba de los burdeles del este de Manhattan y respondió con la pregunta “¿Hay burdeles en el este de Manhattan?”. Los periódicos neoyorquinos titularon al día siguiente: “Primera pregunta del arzobispo de Canterbury a su llegada a Nueva York: ¿Hay burdeles en los barrios del este de Nueva York?”. En fin, habrá que estar atentos porque este ministro es una joya para el periodismo pero un grave peligro para la nación. 






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