La feria taurina de Agosto, vista desde mi barrera del 2

El público de Almería, ha respondido; las entradas, han superado a las de hace años

Juan Martínez Fernández
07:00 • 24 ago. 2021

En unos momentos en los que la feria era un deseo de todos los aficionados almerienses, el hecho de que, sin ayuda ninguna de las instituciones y con las trabas y limitaciones de una pandemia maligna que ha sembrado el pánico en nuestro país, el hecho de que la empresa de toda la vida de la Plaza de Almería, se arriesgara a montarla, es, además de digno de elogio, necesario de agradecer. En muchas capitales, empresas que habían llenado sus arcas durante muchos años, se han echado atrás; Chopera, haciendo honor a su nombre y prestigio de empresario, ha dejado constancia de que aún está ahí y con deseos de continuar.



El público de Almería, ha respondido; las entradas, han superado a las de hace años con las figuras del momento. En cuanto a los carteles, los tres catedráticos del toreo que quedan en activo y los tres delfines que más suenan para el futuro. Nada que objetar.



Sin extenderme mucho en los toreros, diré que Morante, estuvo como debe, se esforzó, toreó con gusto, arte, sapiencia y elegancia, tiene en sus manos un privilegio que Dios le ha dado y lo compartió con los almerienses. Bien el sevillano.



El Juli, sin duda el torero más poderoso que en los últimos sesenta años ha pisado los ruedos, vino a demostrar que está en el trono del toreo porque es un elegido de la fortuna que desparrama arte, valor, sapiencia y honradez por los ruedos del mundo. Extraordinario el madrileño con su habitual cañón en el estoque.



En cuanto a Manzanares, la elegancia personificada en el toreo actual, dejó claro que su lugar en el triunvirato del toreo es evidente y ganado a pulso; con el arte, la planta y el buen gusto de sus genes, superando aún a su progenitor excepto en el duende que asistió al alicantino, sí en valor y elegancia; dejó claro quien tiene  en su poder la “Tizona” del toreo. Gracias por venir a dejar huella de su clase y buen hacer.



Emilio de Justo, una promesa, casi realidad que, puede torear mejor que lo hizo, por lo menos, más despacio, pero vino a darlo todo y lo dio. El valor del cacereño quedó patente cuando bajó la mano hasta donde duelen los riñones del torero; y los cuatro naturales con la derecha, tardarán en olvidarse en Almería. 






El peruano, torero que en otra época ya estaría rico, pues otros con menos méritos lo estuvieron, es un espectáculo inenarrable, hay que verlo, nunca, repito, nunca, vi un valor más frío que el suyo; si además torea como los ángeles, domina las suertes (12 le ví el domingo) y mata como un cañón. Es sin duda el triunfador de una feria en la que no sé si se ha cometido una injusticia con él, por parte de un presidente, flojito para una plaza de capital.


En cuanto a Pablo Aguado, no tuvo con qué demostrar sus méritos; y nunca me gustó basarme en méritos anteriores y que no vieron mis ojos. A la próxima le juzgare con causa, hoy, no puedo. 


En cuanto a las ganaderías, sobre el papel, entre las grandes; en la realidad, solo llevaban el apellido de sus progenitores, cual hijo bastardo al que obliga la Ley después de una prueba de paternidad para corroborarlo. Y muchos de Vds, se preguntarán el por qué, pues eso tiene una explicación, poco acorde con el valor demostrado al montar la feria, paro dentro de lo humanamente posible; las dos ganaderías – y cualquiera de las que exigen los apoderados de los seis matadores – son de las caras; y, ante el miedo a que no cuajara la feria, se ha buscado el ahorro del chocolate del loro y se han traídos dos corridas que, los mismos ganaderos, jamás deberían de haber llevado a una feria de capital de provincia y menos aún a una feria con la historia y la solera de Almería.


Los toreros del primer día, seguro que también han minorado sus cachés, lo que no solo les honra, sino que les otorga el mérito del agradecimiento debido a una fiesta que les ha hecho ricos a los tres y a la que han de conservar y apoyar, hasta el máximo de sus posibilidades; no solo por ellos que ya están de vuelta, sino por los que les siguen que tienen derecho a ponerse ricos, tal y como se dice en el argot taurino; teniendo en cuenta los momentos de agresión continua e inexplicable, de unos políticos, cuando no corruptos, ineptos, incapaces e incompetentes que, viven en su mayoría del cuento, enriqueciéndose muchos de ellos, al convencer a cuatro ignorantes cuya nescencia les lleva a auto flagelarse agrandando sus gargantas hasta tragarse las ruedas de molino que les introducen a través de las televisiones pesebreras que abundan en este país.


El desatino llega hasta el punto de que a una fiesta que produce anualmente miles de millones a España, no solo no la apoyan, sino que la agreden, desde los mismos miembros del gobierno, hasta de los ayuntamientos, pasando por las autonomías; y que, además, la sangran a impuestos, sin que haya ningún miembro de la derecha – salvo raras y honrosas excepciones – que hablen a favor de una fiesta que honraron sus antepasados.


Si en algunos momentos, se me ha achacado una fama de duro en la crítica taurina, ruego disculpas; mis crónicas, se basan – o por lo menos, eso pretendo – en la realidad de cuanto acontece en el ruedo; y mi pluma, imperfecta cual mi persona, jamás trata peor a unos que a otros. Pero para quien lleva más de sesenta años, viendo toros; y de ellos, cincuenta y cuatro, en su mayoría, en plazas de primera; tengo claro el concepto que me han inculcado y enseñado los que, de verdad, sabían de esto.  La vida del torero, desde el siglo XVIII hasta hoy, se ha basado en la verdad; verdad que se sobreentiende como la emoción que comporta el riesgo de un hombre que está durante quince o veinte minutos, saltando de un lado a otro la línea invisible, pero real, que separa al triunfo, la fama y la riqueza, de la muerte, la nada y el olvido; sencillamente; y para que todos me entiendan: el miedo, ha de estar perenne en todos los presentes en la plaza, desde el presidente, hasta el último espectador de la andanada, pasando obviamente por los toreros e incluso por los monosabios; y para eso, la actuación del torero, basada en su sapiencia, valor y experiencia, ha de superar y vencer al astado; pero no ha ser superior en todo, menos físicamente; y, con una diferencia abismal, cual la que aconteció el sábado 21.


Aquello no tuvo nada que ver con el toreo porque la verdad, tradicionalmente entendida, no existió en ningún momento. El miedo y la emoción, se ni se presentaron en la plaza en vistas de lo que acontecía; y eso, es faltar a la verdad, en unos momentos en que la fiesta, necesita de toda su verdad, de su emoción y de su prestigio.


Quiero terminar, con mi agradecimiento a la empresa por hacer la feria y con mis escusas por la pequeña pero bienintencionada “regañina” por algo que creo no les ha producido beneficio y si malestar; mi agradecimiento a los aficionados almerienses que al conocerme, me han hecho llegar sus opiwniones que agradezco; y especialmente, mi agradecimiento  a la Voz de Almería que con permitirme dirigirme a Vds, me honra y enorgullece.


Y nada más paisanos, un fuerte abrazo y hasta el año que viene si Dios quiere.


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