Delicias arrasadas

“Donde se ponga un buen montante económico no se pone la cultura, ni el patrimonio colectivo”

Emilio Sánchez de Amo
07:00 • 31 jul. 2021

Ya en el siglo IX, Ben Safar Al Mariní escribía sobre el valle almeriense: “Hay aquí delicias que no existen en el paraíso eterno / y bebe, mientras arrulla la paloma”, admirado por la prosperidad de una provincia con un puerto de mucho tráfico que vio toneladas de mineral y uva de mesa salir hacia alta mar. A finales del siglo XIX el apogeo de esta uva era importante, de ahí que se construyera un acueducto, el de las Cumbres de Huércal de Almería, inmueble importantísimo en la Cultura del Agua almeriense, perteneciente al conjunto del Canal de San Indalecio, que terminó abasteciendo las tierras de Los Córdobas en dicha localidad y poco más, hoy demolido.



Dice un proverbio árabe que “Algo permanece después de que todo se extinga”, y eso quiere hacernos creer el alcalde de Huércal tras haber dejado arrasar esta joya de nuestro patrimonio, memoria histórica viva, vendiéndonos que con una réplica estéril en la urbe que se proyecta es suficiente para mantenerlo vivo. Está claro que las cosas se mueven cuando se tiene poderío, como se movió su edificación y esta semana se ha movido su fulminante derribo.



Todos conocemos el modelo de ciudad y de sociedad de la derecha española, donde se ponga un buen montante económico no se pone la cultura, ni el patrimonio colectivo, ni la historia de los pueblos. Y, a saber qué ha habido aquí, tras confirmarse que procesan al ministro del interior de Rajoy por utilizar el poder del Estado para tapar las corruptelas del PP en el Gobierno, podemos esperar cualquier cosa.



Y es que el Ayuntamiento se ha cruzado de brazos y les ha dado licencia a los insensibles particulares para ejecutar a su antojo. Pero es que la Junta de Andalucía se ha puesto de perfil ante tal desastre, cuando podrían haber actuado de oficio al conocer tal disparate, y protegerlo, las herramientas estaban a su alcance. No quiero ni pensar lo que habrán sufrido los técnicos de la Delegación de Cultura cuando informaran a la delegada de esta barbarie y pasara de ellos.



Está claro, el dinero, los bienes materiales e inmateriales, e incluso el marchamo de corruptela de familias, instituciones y partidos políticos son hereditarios, pero la inteligencia, ¡ay!, eso ya se ahogó en el agua que algún día llevó el acueducto y que nunca fue una de las delicias de los poderosos almerienses.







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