A lechuguita

Tengo ante el discurso de Mariano Rajoy en el Debate de Investidura las mismas sensaciones que un gordopapas en la consulta de un endocrino: se acabó la fiesta y comienza la dieta. Querido amigo, cierre el pico y prepárese para lo que le espera: espárragos, tisanas y lechuguita. Una felicidad. Dejo para los especialistas en nutrición política el debate sobre a quién habría que echar la culpa del exceso de sobrepeso y este festival de triglicéridos acumulados que nos desvelan los primeros análisis y nos sitúan en esta adiposa emergencia, porque tal como uno lo ve, el tema ha superado ya el establecimiento de responsabilidades y se encuentra en una fase de supervivencia pura y dura: o nos ponemos a plan o pegamos un reventón de hasta aquí llegaron las aguas. Los anteriores gobernantes lo han hecho tan mal, tan rematadamente mal, que han acabado invalidando la normal oposición que habrán de ejercer por mandato popular, superados por una cuestión de supervivencia. Que salga ahora un socialista a defender la conveniencia de los puentes festivos, por ejemplo, y ya verá la que le cae encima. No quiere decir esto que por el mero hecho de provenir de donde provienen las medidas sean las más justas; es que me temo que no hay mucho más que hacer. Es más; estoy seguro de que a lo apuntado se sumará alguna medida más de esas que los políticos denominan "incómodas". En todo caso, vaya preparándose a vivir en un cogollo. No hay otra.