El miedo a morir nos empuja a vivir

Carlos Aguilera
07:00 • 23 nov. 2020

Dicen los expertos que el comportamiento humano se resume en dos actitudes fundamentalmente: o buscar la propia satisfacción o buscar el bien común. La historia de nuestra especie, con sus guerras, genocidios y grandes logros, se explicaría desde esta antítesis tan interesante: o miro mi propio ombligo o miro también el de los demás. Parémonos un instante a pensar por qué hacemos las cosas. Cuando le pregunto a alguien “¿Cómo estás?”, ¿de verdad me interesa cómo está o tan solo pregunto para sonsacar información y poder cotillear después? 


Como se dice en muchas películas de ciencia ficción como “Harry Potter”, “Blade Runner”, “Star Wars”, “Star Trek” o “El Señor de los Anillos”: dentro de cada ser, de cada uno de nosotros, hay luz y oscuridad. Y son nuestros actos, nuestras elecciones diarias, incluso la forma en la que nos hablamos, lo que nos van definiendo. “Se nos conoce por nuestros actos”, diría el Batman de Christopher Nolan. Porque del cine fantástico y de superhéroes, que evoca a la mitología griega, siempre se extraen grandes lecciones de humanidad y heroicidad cotidiana; tan necesarias estos días. 


Desde la prehistoria hasta hoy, existe, pues, una tensión interna (e histórica) en cada corazón humano: o nuestro placer o nos preocupamos por el “otro”. ¿Qué pasa con los que no tienen qué comer ni un techo donde recostarse? Las relaciones personales han estado determinadas por el interés desde hace siglos. Lo hemos visto en películas como la saga de “Wall Street” (1987) de Michael Douglas o en la trilogía de “El Padrino” de Copola. 



Pues bien, ahora en los tiempos de la Covid-19, que tanto nos están recordando al libro de Orwell, “1984”, cada gesto, cada comportamiento es más decisivo que nunca. Pero digámoslo bíblicamente, ¿quién es hoy el “hambriento”, “el sediento” o el que está “desnudo”? Aún estamos a tiempo de todo. Da igual si tenemos 20, 40 ó 90 años, aun estamos a tiempo de aprender a mirar al “otro”; sea quien sea. Estamos a tiempo de comenzar (ahora mismo) a sacar lo mejor de cada día y no dejar espacio ni a la queja, ni a la nostalgia pegajosa, ni al miedo que nos paraliza. Hay tanto por hacer, tanto bueno que descubrir. 






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