Tomar el aire

Rafael Torres
00:01 • 23 abr. 2020 / actualizado a las 07:00 • 23 abr. 2020

Cuando el domingo salgan los niños de su largo encierro a tomar el aire, habrá que tener mucho cuidado con las primeras bocanadas que inhalen: está limpio. El aire está limpio, y a las criaturas, que no están hechas a respirar semejante cosa (salvo los de la España vaciada, pero ahí no hay niños), les puede dar un pasmo o una alferecía. 


En realidad, puede que para algunos sea la primera vez que toman el aire, pues en la vida que llevaban antes de la pandemia, no sólo se les hurtaba el derecho a salir a tomar el aire sin necesidad de tomar ninguna otra cosa, sino también un aire digno de ese nombre. Los niños urbanitas (de la casa al coche, del coche al cole, del cole al coche, del coche a la casa, y los findes del coche al centro comercial o, como mucho, del coche a algún remedo de campo y vuelta al coche y a la casa), no pillaban aire de verdad, aire como éste que hay ahora, ni en sueños, pues no sabían cómo soñarlo. Ahora, el domingo, o el lunes, se sumergerán en ese aire puro, transparente, desconocido, y, encima, puede que lo compartan con el sinfín de bichos que obtuvieron la libertad gracias a nuestro encierro.


Los gamos, las cabras, los conejos, los jabalís, los erizos, las ginetas, y quién sabe si en algunos lugares también los osos, los linces, los lobos y los zorros, han recuperado en éstas últimas semanas de confinamiento su paraíso perdido, donde ya no ven a quienes lo echaron a perder, las personas, y donde vuelve a correr un aire respirable. Se les ve por las calles, por las rotondas, por los bulevares y los parques como un ejército de ocupación manso, y por el aire y por las ramas de los árboles otro ejército, éste de aviación, compuesto por centenares de especies maravillosas que dábamos por extinguidas. A los pájaros se les ve inmensamente felices, eligiendo con calma los más sabrosos frutos de los árboles y esponjándose al atardecer. Ballenas y delfines, por su parte, entran y salen de los puertos deportivos como Pedro por su casa.



Todo eso, y más, encontrarán los niños el domingo, o el lunes, cuando salgan a tomar el aire. Habrá que procurar que los primeros sorbos de aire limpio los tomen despacio, lentamente, para ir haciéndose, pero enseguida ya estarán bebiéndose a grandes tragos la salud y la libertad.





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