La buena muerte

Gely Martínez
11:00 • 19 feb. 2020

Debemos entrar en la muerte como quien entra en una fiesta. Jorge Luis Borges Matará la muerte pero podremos decidir de qué modo agotaremos la vida. Que ya no duela nunca la enfermedad encerrada en un cuerpo agotado, decidido a morir y con derecho hacerlo. Renunciando al dolor inevitable, incurable y disponiendo de la última voluntad propia con la que se desea poner punto y final. 


No nos andemos con tibiezas, somos mortales, hay quien muere sin temor, sin fe, también quién muere con miedo, con fe pero todos queremos la buena muerte. La derecha vuelve a la infamia de comprar conciencias y demuestra una vez más su política sin escrúpulos. Conjeturan esta ley como medida de ahorro, avaros términos para describir un derecho que no obliga pero permite elegir. Una medida que nos hace más libres en situaciones extremas donde la libertad ha sido arrebatada por una enfermedad terminal irreversible.  La agonía de alargar un sufrimiento cuando quien lo padece no quiere ya sobrellevarlo. La eutanasia es por tanto un derecho fundamental en una sociedad del bienestar, una voz para aquellos que piden ayuda para  terminar con una vida que resulta insoportable. 


Un país democrático, plural y laico debe garantizar la calidad de vida y muerte respetando a quienes no deseen recurrir a la eutanasia como aquellos que deseen hacerlo, un derecho que no una obligación y que no debe enfrentarse a la moralidad católica ni a intereses económicos. Se trata de reconocer a la muerte y darle al paciente las opciones adecuadas para poder enfrentarse a ella como desee y con la libertad de poder hacerlo sin ser criminalizado por esto. Después de una buena vida debe venir la buena muerte y  mar adentro.







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