Por un año sin miedo a las miradas ajenas

Análisis de la psicóloga y sexóloga Laura Marcilla

Cada año llega cargado de propósitos: este artículo propone uno colectivo.
Cada año llega cargado de propósitos: este artículo propone uno colectivo. Pixabay
Laura Marcilla
20:33 • 06 ene. 2020 / actualizado a las 20:56 • 06 ene. 2020

Sé que escribir una lista de propósitos de año nuevo es, posiblemente, uno de los temas más manidos en estas fechas. Espero que quienes me leen sepan perdonarme esta falta de originalidad, pero me parece interesante caer en este tópico y sugerir un propósito colectivo. Nada de “dejar de fumar”, “apuntarme al gimnasio” o “pasar más tiempo con mis seres queridos”. Y no porque estos objetivos no sean loables, sino porque, como de costumbre, voy a barrer para casa y llevarme esta columna al tema de la sexualidad.




En 2020, si solo pudiera pedir un deseo, querría que dejásemos de juzgar a las personas por la forma en la que viven su sexualidad. A nadie le gusta sentirse en el punto de mira y todavía son demasiadas las personas que reprimen u ocultan parte de quiénes son y de cómo sienten por miedo a las miradas ajenas. Y aquí, por mucho que nos guste ponernos la etiqueta de “tolerantes”, tenemos que hacer un ejercicio de autocrítica y que tire la primera piedra quien esté libre de prejuicios. El respeto se debe construir activamente y, para ello, debemos mirar hacia atrás e identificar las veces que nosotros mismos hemos sido demasiado rápidos a la hora de encasillar o estigmatizar a otras personas. Y no me refiero únicamente a hacerlo con personas del colectivo LGBT+, aunque sin duda son a menudo la diana de comentarios hirientes, estereotipos ofensivos y chistes no tan inofensivos como creemos. Me refiero a cualquier persona que se salga mínimamente del patrón de lo supuestamente “normal” en el sexo.




Parémonos un minuto a pensar: ¿Dónde hemos aprendido lo que sabemos sobre sexo? En esta sociedad, en la que la educación sexual es una utopía, nuestros conocimientos sobre sexualidad son una mezcla de aprendizaje autónomo con grandes influencias de la televisión, las revistas, las redes sociales y la pornografía. Estas influencias serán más o menos intensas en función de la generación a la que pertenezcamos, pero no hay una sola persona que sea impermeable a los mensajes que nos llegan desde estos frentes. Esto quiere decir que todos nosotros hemos desarrollado una idea sobre la sexualidad basada en ideas preconcebidas de lo que es correcto o erróneo, aceptable o inadmisible, positivo o negativo. Y así, hemos construido nuestra vara de medir. Cada persona, según sus experiencias y características personales, tendrá una medida distinta para juzgar a los demás y, en la mayoría de los casos, ésta se aplica sin que nos demos cuenta.




Esto ocurre con la persona que piensa que la homosexualidad es antinatural, con quien cree que jugar con muñecas es “cosa de niñas”, con quien asume que una persona a la que no se le ha conocido pareja es asexual, con quien relaciona bisexualidad y promiscuidad, con quien llama a las mujeres trans “hombres con vestido”, con quien tilda de guarra a la mujer que ha tenido muchas parejas sexuales o de estrecha a la que quiere reservar esta experiencia para el matrimonio. También caemos en este juego si nos parece raro que a un hombre hetero le guste ser penetrado o que a una mujer no le guste esta práctica, si actuamos como si el orgasmo fuera la finalidad o la marca de calidad de un encuentro, si le quitamos el carnet de feministas a quienes practican el BDSM, si decimos “ya encontrarás a alguien” a una persona que ha elegido la soltería o “eso es que no te has enamorado de verdad” a una persona que ha elegido el poliamor.




Aquí van solo unos ejemplos, pero en nuestra sexualidad hay tantas facetas, tantas caras, tantos matices, que es imposible encontrar a una persona que encaje en la norma en todos ellos. Esto nos convierte a todos y todas en “desviados”, lo cual es maravilloso si entendemos lo bonito y positivo de la diversidad.




No pretendo que nos fustiguemos por las veces que hayamos podido caer en este tipo de comportamientos, pretendo que miremos más allá, que aprendamos de nuestros errores y que, entre todos, nos propongamos acabar con aquellos juicios o comentarios que hieren a los demás. Si empezamos el año con este propósito, quién sabe, quizá lo acabemos en una sociedad un poco más sana y feliz.



Laura Marcilla es sexóloga.




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