El peligro de perder el juicio

Los padres del niño Gabriel han difundido un manifiesto en el que solicitan a los medios de comunicación respeto y discreción a la hora de informar sobre el juicio a su asesina confesa, que se inició ayer en Almería en medio de gran expectación mediática. 

Patricia y Angel, que siguen demostrando una templanza elevada sobre la arqueología de un dolor imborrable, han querido anticiparse a una amenaza cierta: la banalización morbosa de su tragedia en aras del derecho a la información tantas veces enarbolado como excusa por muchos canallas. En este sentido, ya han anunciado su intención de no intervenir en ningún programa ni ofrecer declaraciones o valoraciones del desarrollo del caso. Y aunque no se sabe si este pretendido “pacto ético por la sonrisa de Gabriel” -así lo han llamado sus padres- va a calar finalmente en la línea editorial de los medios y los programas que han destacado enviados especiales para cubrir el juicio, conviene que nos hagamos eco de la petición expresa de quienes tienen más directa relación con el caso, para que el desarrollo de los acontecimientos a lo largo de los próximos días vaya poniendo luego a cada cual en su sitio. Pero me temo que esa línea, esa pérdida de juicio colectivo, la cruzamos hace ya mucho tiempo (recuerden el caso de las tres adolescentes asesinadas en Alcasser) y no parece probable que la deontología, el respeto y el sentido común imperen ahora en los platós en donde la chabacanería se abrió hueco a codazos para quedarse. 

Y mucho menos en las redes sociales, ese muladar tecnológico de la condición humana en donde cualquier envilecimiento es posible. Y es que lo que necesita este asunto es justicia, y no espectáculo. Lo primero lo van a proporcionar los jueces y lo segundo, si es que lo hay, será responsabilidad de quien incurra en la miseria de convertir la cobertura de este caso en un mostrador de carnaza. Si dejamos trabajar a los jueces y a los periodistas, todo irá bien. Si no, todos saldremos perdiendo.