En busca del tapeo perdido

Jesús Martínez Capel
11:00 • 29 ago. 2019

En este Año de la Capitalidad Gastronómica de Almería, deberíamos de resaltar que nuestra querida ciudad es cuna de la tapa, ( que en los últimos años ha importado toda España y parte del extranjero ), y que hemos conservado la mayoría de ellas sin que con el paso de las décadas hayan perdido un ápice de su vigencia y exquisitez. Es algo que, junto con el folclore y la vestimenta, forma parte de nuestro acervo cultural.


Mucho se ha escrito sobre nuestras tapas, y no voy yo a volver sobre ellas, si no a recordar algunas que con el paso de los años han desaparecido de las barras de nuestros bares sin motivo ni razón, creo yo.


Cómo mucha gente sabe, la “cherica” nació allá por finales de los 50 y principios de los 60 del siglo pasado en la Parrilla Colón, que regentaban Juan “el Cherif” y su socio Eloy. Posteriormente y por la deformación lingüística sufrida durante décadas, se la llama “cheriga”, “cherican” o ,”cherigan”. Juan y Eloy deberían de haberla patentado. Consistía en una larga rebanada de pan tostado sobre la que se untaba una generosa capa de alioli y sobre éste el material que completaba el nombre, anchoas, atún, jamón de York etc. Pero había una especialmente rica: la , “la cherica” de gambas. Sobre la base anterior se esparcían camarones o gambillas previamente cocidas y peladas, con un resultado santísimo. Esta es una de las tapas desaparecidas de nuestro amplísimo catálogo. La única razón que podría encontrar para tan lamentable pérdida es lo laborioso de cocer y pelar las minúsculas gambitas. No me vale la alternativa de las congeladas porque no sabrían, ni de lejos, igual que las frescas.



Parecidas a la ”cherica” de gambas eran las tapas que ponían “Juanico el Americano”, simpático viejecillo que tenía un pequeño bar en la calle de la Bomba, (hoy María Guerrero), y el bar Plaza en la Avenida de Vichez. Eran como aquellas pero sustituyendo el pan tostado por pan frito en rebanadas algo más cortas. Una exquisitez. Otras desaparecidas.


Por último, Baldomero en su Cafetería Roma, en la esquina de la calle de la Reina con Pedro Jover, ponía una anchoa (o dos) sobre un pimiento verde frito. Otra exquisitez. Con varias de estas tapas y un par de huevos fritos tienes un completo solo plato para una comida. Posteriormente, Baldomero se trasladó a la calle Javier Sanz donde seguía poniendo el pimiento con anchoas. Años después sus hijos se instalaron en la esquina de General Tamayo con Reyes Católicos pero ignoro si seguían poniendo la tapa.



Si alguno de nuestros bares, tabernas, bodegas o restaurantes, que tan dedicados están a crear tapas “gourmet”, resucitaran estas tres maravillas gastronómicas de los años 60, tendrían un éxito seguro.




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