Comienza la era de ‘Sánchez I, el afortunado’

Fernando Jáuregui
11:00 • 27 may. 2019

Concluyó un demasiado largo período electoral. Alea iacta est. La inminencia de las urnas ya no condicionará el lenguaje hostil, las tomas de posición frentistas, tantas veces ficticias, las indefiniciones. Me parece que, derrengados tras dos campañas sucesivas en las que se han jugado (no siempre bien) casi todo, los líderes políticos, que son aquellos a quienes hemos entregado los ciudadanos nuestra representación, tendrán que empezar a sacar consecuencias. Ha habido un ganador, guste o no guste, y varios perdedores. Y la era que se inaugura, la de 'Sánchez Primero, el Afortunado' -porque menuda suerte tiene-, va a ser distinta a todo lo conocido. Mas vale que nos vayamos haciendo a la idea.


Dejemos al margen las consideraciones sobre las razones que han llevado a que 'Sánchez I el afortunado' vaya a acaparar, a lomos de apenas 123 escaños, más poder del que tuvo Rajoy en 2011 con mayoría absoluta de 186 diputados; el caso es que él, Sánchez el afortunado, ha salido fortalecido, y los demás, a distintas escalas, más o menos debilitados. Ahora, él, que nunca ha sido un personaje generoso, tendrá que extremar la generosidad para con los otros, incluyendo para con aquellos que se han pasado en descalificaciones y ciertas demasías dirigidas al hombre que durante los últimos once meses ha sido, y seguirá siendo, presidente del Gobierno de España. Y tendrá que fortalecer el papel del Rey, que inicia ahora semanas de pasión con encuentros con personajes que quisieran derribarle, lo mismo que tendrá que consolidar el papel del jefe de la oposición. Casi nada.


No, Pedro Sánchez no va a ser el político que permita la independencia de Cataluña, por más que algunos de sus adversarios vean, o digan que ven, constantes indicios de ello: que si la presidenta del Congreso quiso evitar la suspensión como parlamentarios de los diputados presos, que si el presidente del Senado ha declarado no sé qué sobre el indulto a los independentistas... Me parece que todo esto tiene la importancia que tiene: que hay que encarar el 'problema catalán' con una mentalidad nueva, y que tanto la señora Batet como el señor Cruz vienen de allá, de Cataluña, y saben que en las calles de Barcelona o Gerona se dicen cosas que no se oyen por Madrid o Toledo, y que las sensibilidades son muy diferentes entre quienes, de este lado del Ebro, defienden el retorno del 155 y los que, del lado de allá, piensan que esto no haría sino agravar las cosas.



Esa parte de las asignaturas pendientes, al menos esa parte, me parece que Sánchez la ha entendido, aunque sea solamente a medias. Ahora le toca hablar más claro, sin temor a perder votos en cualquiera de las dos orillas: está a salvo de las urnas y a merced de la Historia. Tendrá que contentar a esas dos orillas, que es casi como decir que tendrá que contentar a las dos Españas, y no será ofreciendo ministerios a quien no los merece, sino emprendiendo una verdadera labor regeneracionista, como logrará esa muy difícil reconciliación.


Que Sánchez ha sido, hasta ahora, un hombre con más suerte que un finalista en Juego de Tronos, nadie puede discutirlo. Y no sé si merece la pena debatir si este ha sido un mero capricho de la diosa Fortuna o si se lo ha merecido: valor, desde luego, le ha echado. Mucho más que conocimiento, prudencia o talante conciliador. Pero ha sabido aprovechar el maillot amarillo, que ya se sabe que da alas a quien quiere pedalear. Tiene ahora que repartir poder con los 'coéquipiers' e incluso admitir que los equipos rivales, que no han sabido destronarle, poseen su parte de razón. Ojalá que los líderes de estos equipos rivales entiendan también que ellos han tenido su parte de sinrazón.



No veo, a corto plazo, movimientos telúricos en las formaciones políticas, pero sin duda que, lo mismo que en el caso de Sánchez pero por motivos diferentes, ha llegado el momento de que Casado, Rivera, Iglesias y tantos otros inicien una meditación a fondo, entiendan el mensaje que les han enviado las urnas y obren en consecuencia. Las enseñanzas de este último cuatrienio inestable muestran que puede que varios de los citados no tengan ni cuatro años para fijar nuevos rumbos y comportarse de una manera diferente en pro de los intereses de la nación, no de los suyos.




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