No lea este artículo, por favor

Alberto Gutiérrez
23:34 • 13 may. 2019 / actualizado a las 07:00 • 14 may. 2019

Uno de los grandes secretos de la comunicación es impactar al lector/oyente/espectador. Yo lo estoy haciendo con usted, querido lector, mediante un titular que le implora cínicamente abandonar esta columna. Es una vieja argucia periodística, que en términos digitales se conoce como ‘clickbait’, es decir anzuelo de clicks. Somos carne de titulares y últimamente también carne de las redes sociales, en especial, de WhatsApp, por donde discurre la mayoría de la información que consumimos en la actualidad.


Reconozca que esta red social ha invadido su vida, que a menudo recibe fotografías o videos relacionados con la política. Que en algunos casos se los traga enteritos, fortaleciendo sus convicciones ideológicas o, mejor aún, reafirmando su indómita alergia hacia otros partidos gracias, sin duda, a que quienes los realizan conocen los resortes de la comunicación, la fuerza del impacto sobre la mente de las personas.


WhatsApp ha favorecido la circulación de las llamadas ‘fake news’ como nunca antes en toda la Historia. Si antes eran los libelos los que sacudían los cimientos de la realidad construyendo falsos relatos que inducían a la gente a la acción (o a la inacción) hoy son los mensajes electrónicos los que incitan a las personas a depositar su voto en una u otra dirección.



Las partes fundamentales de la comunicación –así lo estudiábamos en la carrera- son el emisor, que emite un mensaje a través de un canal, y el receptor. Sin embargo, ahora la primera parte de la ecuación, el emisor, ha desaparecido, al igual que el control sobre el mensaje, que en los medios de comunicación clásicos requiere del filtro de un periodista. Ya no sabemos la procedencia de esos impactantes videos que inundan nuestros teléfonos móviles, lo cual ha convertido WhatsApp en el caldo de cultivo perfecto para las guerras de (des)información que estamos viviendo. 


En el fondo, preferimos que nos den la razón a saber la verdad, y ahí está nuestra perdición, ahí reside nuestra debilidad o, dicho de otra manera, la preciosa munición que otros aprovechan para colarnos sus ‘fake news’ en perjuicio de la salud de la democracia.






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