Dar la cara por Rosario del Mar

Las “nubes y claros“ con que os ensombrecí también me ensombrecen a mí

Ntra. Sra. del Rosario del Mar la pasada tarde de Jueves Santo
Ntra. Sra. del Rosario del Mar la pasada tarde de Jueves Santo
José Leyva
01:44 • 21 abr. 2019 / actualizado a las 07:00 • 21 abr. 2019

Me he equivocado y lo lamento son las primeras palabras que, todo hermano de Rosario del Mar, quiere escuchar salir de mi boca y, por eso, son las primeras que digo y que digo de corazón. Gracias por dejar que me explique, son las siguientes. Vamos a templar los ánimos, vamos a leer esta columna con la alegría propia de un Domingo de Resurrección, con ánimo festivo, y vamos a poner un poquito de orden en el disloque que, bajo mi firma y mi responsabilidad, se propagó como la pólvora el pasado Viernes Santo.



Quien me conoce sabe cuánto quiero a nuestra Semana Santa, sabe lo que ansío que sea grande, sana y sincera y sabe lo que me gusta que enseñe a Dios en sus procesiones por encima de cualquier otra cosa. Quien me conoce no entiende cómo pude escribir lo que escribí sobre la salida de la Cofradía del Rosario del Mar. Pero ¿Y yo? ¿Lo entiendo yo? Sí, sí que lo entiendo. Y, como he provocado un fuego que no quería, voy a tratar de apagarlo cuanto antes porque Almería no se lo merece.



Llamo a este texto “Dar la cara por Rosario del Mar” porque no soy de esconderme, porque asumo mis actos y, sobre todo, no por mí, sino por la hermandad; Rosario del Mar es una hermandad que merece que dé la cara por ella.



Escribo sobre emociones y eso es algo tan subjetivo como efímero: La misma cofradía que me pareció insulsa a su salida me conmovió en la Catedral. La misma cofradía que a mí puede no decirme nada en un momento concreto, a otra persona puede, en ese mismo momento, estar rompiéndole el alma. Me he llevado toda la semana tratando de que empaticéis con mis emociones, con las bonitas, y he sido tan estúpido que no he tenido la sensibilidad de empatizar yo con las vuestras el día que, las bonitas, tenía que buscarlas en vosotros en vista de que a mí no me nacían.



¿Quiero decir con esto que me retracto de lo publicado? No, no lo hago. Os he dicho que no me escondo y que asumo mis actos. No me retracto de lo publicado porque cuenta lo que vi y sentí, pero asumo que no es lo que vio y sintió el resto del mundo y que mi responsabilidad era haber buscado a Dios en vez de relatar las razones por las que no le encontraba. Si el despiece de aquella crónica se titulaba “descuidos y errores desafortunados” para descuidos y errores desafortunados los míos, que también los tengo.



No somos perfectos y quien opine lo contrario no alcanzará la perfección. No hay nada más bonito que pegarse un golpe para aprender a no volver a dárselo. Y si, encima, tienes la oportunidad, como la tengo hoy, de contar cómo te lo has dado y lo que te ha enseñado, entonces solo puedes sentirte agradecido. Compartir tus experiencias es darle a otro la oportunidad de conocerlas para enriquecerse. Y agradezco la sensación que me llena al saber que, de mis errores, pueden nacer vuestros aciertos.



No le echéis la culpa de este fuego a LA VOZ, que este equipo solo confió en mí. Álvaro, hermano cofrade, Marta, Evaristo, Antonia, Pedro, José Luis: no he sabido calibrar cómo de potente es este altavoz de papel y la responsabilidad que conlleva poder hacer uso de él. Os adelanto que soy alguien que aprende a base de palos, capaz de lo mejor y de lo peor, para que lo tengáis en cuenta en próximas ocasiones; Si es que han de darse.



Aun me queda otra razón por la que dar la cara por Rosario del Mar, la más importante de todas: los cincuenta penitentes. Yo no sabía -lo repito para dejar constancia de lo atrevida que es la ignorancia-, no sabía las condiciones que tiene Rosario del Mar para formar parte de su cortejo. Yo no sabía que tienes que ser hermano para poder salir, ¡que solo procesionan hermanos! y que tienes que hacerte el equipo, papeleta de sitio aparte. Tu primer año de penitente en Rosario del Mar te va a costar doscientos cincuenta euros sí o sí. Así que, quien procesiona el Jueves Santo con esta hermandad, es que tiene muy claro cuánto le importan sus titulares. Esos cincuenta que me parecieron pocos, resulta que son pocos pero son para siempre. Como me dijo el Hermano Mayor, “prefiero cincuenta de corazón que doscientos de relleno”. ¿Sabes, Rafa? Ahora que lo sé yo también los prefiero.


Hermanos del Rosario del Mar, disculpad que no buscara y no contara a Dios, que es lo que debería haber buscado y contado en vuestra crónica. Las “nubes y claros así en la tierra como en el cielo” con que os ensombrecí también me ensombrecen a mí. Alejémonos de las nubes y busquemos y agradezcamos juntos los rayos de sol.



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