Expolio en el Barrio Alto (I)

Alfonso Rubí Cassinello
01:00 • 18 abr. 2019 / actualizado a las 07:00 • 18 abr. 2019

Hace algunos días un artículo del Ideal, un par de programas de Canal Sur y el de Ana Rosa en Telecinco han contado la historia de Pilar Miralles. Tiene 84 años, es viuda y vive en el Barrio Alto desde 1979. Ahora quieren expropiarle su vivienda por 14.855 euros. Ha decidido no entregarla y luchar contra esta tremenda injusticia, que puede dejarla en la calle con la  escuálida pensión de su marido, Rafael, que trabajó en la construcción durante toda su vida.


Llevaban varios años casados cuando decidieron comprar una casita en la calle del Olmo nº 12 del Barrio Alto. Tenían dos hijos, porque la tercera había fallecido antes de que se mudaran aquí. Se instalaron en el reducido espacio de una planta baja en la que habían invertido todo lo que tenían ahorrado hasta ese momento. Los conocimientos adquiridos en las obras permitieron a Rafael ir adecentando y mejorando el espacio disponible. 


Con nostalgia Pilar recuerda como lucharon contra las dificultades de una vida complicada. La obra de la casa fue avanzando por partes. Empezaron por embaldosar el suelo de tierra y hacer un hermoso cuarto de baño con su amplio pozo séptico. Él excavaba y ella sacaba la tierra en  capazos. No era difícil vaciarlos, porque en el entorno había casas abandonadas y convertidas en basureros insalubres, o en improvisados vertederos como en este caso.



Después se lanzaron a construir una planta alta, a base de tiempo, dinero y esfuerzo. De acuerdo con las instrucciones de su marido, ella mezclaba y amasaba el cemento y la arena, mientras él colocaba los ladrillos, los bloques y viguetas, el tarquín y el asfalto en el terrao. los suelos y azulejos, carpinterías, instalaciones,… Nadie les requirió un proyecto técnico ni una licencia que no hubieran podido pagar. Así su hogar llegó a tener 96 m2 de superficie.


Los dos hijos crecieron y se casaron. Como habían conseguido cierto desahogo compraron un coche y construyeron una cochera. El resto de la planta baja lo ocupaba una amplia habitación interior que servía de trastero, vestidor y ocasional dormitorio para los hijos o nietos que pasaban allí alguna noche. La planta alta era mucho más luminosa y confortable. 



Ayudaron a su hija a comprar una casa enfrente de la suya, y su yerno compró la de al lado. Rafael las unió y amplió; las necesidades de los hijos nos acosan cuando parece que hemos controlado las nuestras, y nos complican la vida: su yerno decidió presentarse a concejal de su pueblo (todos son de Olula de Castro) y se empadronaron allí para poder votarle. Rafael era socialista y su yerno se presentaba con el PP, pero por los hijos se hace lo que sea.


Hace cinco años su marido enfermó con una ceguera progresiva. Las escaleras que separan las estancias del baño se convirtieron en un obstáculo insalvable. Su hija les hizo mudarse a la planta baja de su casa de enfrente. No les daban licencia para instalar un baño adaptado, pero la ONCE lo financió y lo construyó sin permiso. Pilar cruzaba la calle varias veces al día para mantener su casa limpia y cuidar sus animales, sus mascotas como se les llama ahora.



Hace dos años Rafael murió y diez meses después su hijo. Su hija no dejó que Pilar volviera a su casa hasta que se recuperara de la depresión que le habían producido ambas pérdidas, Entonces empezó a recibir comunicaciones que no entendía. Con jerga jurídica le decían que su casa estaba abandonada y que sólo le iban a pagar la superficie que compró, porque la ampliación no estaba registrada. Por lo tanto su valor era 14.855 euros. Alegó que tenía pagadas las contribuciones y el IBI al día por la totalidad de la superficie real y le contestaron que había presentado las alegaciones fuera de plazo. Se ha negado a entregar su casa y a irse,  pero la depresión se le va acentuando y llora abiertamente su cúmulo de  desgracias.  



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