En enero de 2018 se iniciaron las obras de rehabilitación de la vieja Estación de Almería, un edificio histórico incrustado en el patrimonio emocional de un par de generaciones de almerienses. Los trabajos tenían una duración prevista de trece meses y, si todo hubiera ido tal como preveía el anterior ministro de Fomento, el popular Iñigo de la Serna, este marzo Gobierno y Ayuntamiento habrían abierto el edificio a todos los almerienses. Sin embargo, ustedes lo recordarán, la moción de censura que propició el aterrizaje en la Moncloa del Dr. Falcon y su gobierno de aeromozos y aeromozas cambió la secuencia prevista. Han pasado ya los trece meses y la estación no sólo sigue en obras, sino que ahora ha entrado en escena una improvisada tercera fase -la aportación del nuevo gobierno- para la que no hay ni proyecto, ni tampoco financiación. Es decir, que de la inauguración que podríamos estar celebrando hemos pasado a la más absoluta de las incertidumbres, porque el nuevo ministro de Fomento, José Luis Ábalos, se sigue poniendo de perfil cada vez que le preguntan por el tema, y el Subdelegado del Gobierno, Manuel de la Fuente, va a acabar pareciéndose al manager de Abba de tan bien que se hace el sueco. Pero hay que ser claros: el PSOE no quiere que un alcalde del PP inaugure la rehabilitación de la Estación y por eso anda mareando las palomas que anidan entre sus centenarias vigas, del mismo modo que bloqueó -lo acabaron reconociendo- llegada del Corte Inglés a Almería, a pesar de la existencia de un acuerdo pleno entre la empresa y los propietarios del solar elegido. Por lo tanto, el PSOE está retrasando deliberadamente la obra a ver si suena la flauta y la puede inaugurar un alcalde del PSOE. Es la especialidad de la Casa: el partido primero y las necesidades de Almería después. Nada nuevo bajo el sol.
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