En ocho sueños

Ramón García
11:40 • 22 ene. 2019

Hubo un tiempo en que el arte gráfico estuvo indisolublemente unido al musical. Lo uno no se concebía sin lo otro y los músicos prestaban tanta atención al mínimo detalle de la carpeta que iba a contener su vinilo como a un determinado arreglo de cuerdas o a la correcta mezcla o masterización de sus canciones.


El punto de inflexión, como en tantas ocasiones, lo marcaron The Beatles con su inmortal collage de personas y personajes de su Sgt. Pepper, que impactó al mundo en el 67, no solo por la originalidad sino por el enorme número de detalles en los que el melómano podía deleitarse durante horas mientras disfrutaba escuchando el contenido. Con la llegada del CD se perdió un poco esa magia, pero algunos han querido conservar esa concepción de obra integral de épocas pretéritas.


Un buen ejemplo son los americanos Dream Theater, cinco virtuosos que aceptaron desde sus inicios que no había nada malo en dejarse influir por todo y de todos para conformar una carrera que, hoy por hoy, me parece impecable. Su guitarrista, John Petrucci, los definió en una ocasión como una esponja musical y le doy la razón. Quizás el disco donde más afianzan esa concepción de arte total es Octavarium.



Todo en esa obra parece estar relacionado y formar parte del camino para llegar a alguna parte o volver al punto de partida. Jugando con los números - el ocho, el cinco y el tres - presiden su portada ocho péndulos. En su interior, un pulpo y una araña, ambas de ocho patas, unas fichas de dominó cuyo valor suma ocho y una estrella de cinco puntas dentro de un octógono. En su música, cinco instrumentistas y ocho canciones daban forma a un disco que ocupó el octavo lugar de sus grabaciones de estudio. Y podría seguir...


Y si analizamos su contenido, incluso mejora la historia. Desde un inicio metalero a más no poder con The root of all evil seguido por la preciosa balada The answer lies within, pasando por referencias a bandas como U2 en I walk beside you o a sus coetáneos Muse en Never enough, lo más impresionante es su tema final, veinticuatro minutos de infarto dedicados a homenajear a sus grandes referentes, como Genesis, Yes, Pink Floyd o Marillion. La suite Octavarium es un monumento musical que demuestra que se puede ser fiel a los maestros y, a la vez, original y rompedor.




Pasearse por una obra así demuestra que en este siglo existe un remanente de genialidad y buen gusto, músicos que van un poco más allá del número uno en ventas o la búsqueda del éxito rápido. El teatro de los sueños todavía está abierto, sacad vuestra entrada.




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