Si nos tocan a una, nos tocan a todas (I)

Mar Verdejo
02:19 • 10 nov. 2018 / actualizado a las 07:00 • 10 nov. 2018

¡Paren de matarnos! Es así de simple. No queremos más minutos de silencio, ni contadores macabros, ni más lazos, no queremos más infancia huérfana, ni asustada, ni perdida. Todas las personas tenemos esta responsabilidad, que debe de empezar a cuestionarse lo que está ocurriendo y que no sólo un 1,3%, según el CIS, de la misma esté preocupada por la violencia que ejercen los varones sobre las mujeres. No son casos aislados, personales o privados: son un problema del sistema y que requiere responsabilidad social.


Y no hay conciencia social, porque no se quiere. Antes de llegar hasta el asesinato, la violencia machista se va nutriendo, como un monstruo insaciable. Amnistía Internacional lo compara como la punta del iceberg de la violencia de género. Antes las mujeres han tenido que pasar por el maltrato físico, el psicológico, o incluso opresiones sutiles bajo el paraguas de lo que llaman micromachismos, y el prefijo micro sobra. El machismo aunque sea sutil no deja de ser machismo, un monstruo de mil cabezas que forman parte del humor, la publicidad, del lenguaje sexista que usamos en las redes sociales, en los medios, en los discursos, en las leyes, etc. ¿Y los medios de comunicación? Todas tenemos claro que una imagen vale más que mil palabras, que la información puede ser formación, que la educación es la base para afrontar esta gran lacra. Vuelvo a recordar lo que es el feminismo según la RAE: “el feminismo no es lo contrario al machismo, es una línea de pensamiento que defiende la igualdad de derechos”. 


A principios de los años 80, se comenzó a hablar en los medios de violencia machista, hasta entonces se consideraban una riña, disputa matrimonial, un asunto que pertenecía a lo privado, a lo familiar.  Dice el refranero español: “entre marido y mujer nadie se debe meter”. Y así los malos tratos de nuestras madres, abuelas, bisabuelas, etc. quedaban relegados a la más absoluta invisibilidad, o en las páginas de sucesos si eran especialmente violentos, reforzados con la muerte o episodios de violación. Era considerado un crimen pasional por cuestiones de celos, alcoholismo, ruptura de pareja, locura, etc., alejándose de los verdaderos motivos de la violencia de género, como son el deseo de control, la manipulación del varón sobre la mujer, el abuso del poder empleando la fuerza o superioridad. El machismo va transformándose en diferentes formas, disfrazándose, normalizando la información, el lenguaje, etc. Los titulares demuestran que el morbo vende: “Los celos y viejas rencillas desencadenaron la tragedia en Mollina”, se escribía en el titular de un periódico local. También debemos de ser críticas con el espacio, el orden y su disposición en los medios porque esto no es tan inocente. Un periódico puede dedicarle una portada y una página entera a una denuncia falsa, que representa un 0,014%, y a tres mujeres asesinadas en una semana diez líneas en una página interior. 



Las mujeres somos invisibles en la prensa, que se muestra inmutable cada vez que nos asesinan. No puede seguir siendo invisible para la prensa este terrorismo machista. Lo que se invisibiliza, no existe. No está en la agenda política, ni social. Sólo existe lo que se nombra, pero hay que analizar el cómo se trabaja la información y el mensaje que se está trasladando a la población y empezar a llamar las cosas por su nombre: a la violencia de género hay que llamarla terrorismo machista, porque terrorismo es la dominación por terror y/o sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror, según la RAE. 



















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