Estratificación de la picaresca

Antonio J. García, Ché
07:00 • 21 jun. 2018

En El Lazarillo de Tormes se cuenta cómo, para poder subsistir un niño, debe aprender a engañar a los demás.  A menudo se usa este clásico de la literatura como ejemplo de la idiosincrasia que, al parecer, caracteriza a los españoles: la envidia y la picaresca como un carácter forzado a lo largo de la historia. Siendo quizás la escena que mejor  defina esta situación la del lazarillo y el viejo ciego compartiendo un racimo de uvas. —¿Sabes en qué veo que las comiste de tres a tres?.


—En que comía yo dos a dos y callabas.


Este peculiar comportamiento podría tener un origen religioso que nos diferenciaría del resto de Europa, nuestra cultura católica frente a los calvinistas o protestantes. Para nosotros mentir es de listos. Haces algo, mientes, te arrepientes y Dios te perdona. En el resto de países los ciudadanos son  más responsables de unos actos por los que tienen que responder ante la sociedad. 



Mientras que el timo de la estampita, el tocomocho, etc. constituían una estampa habitual del imaginario colectivo de hace unas décadas, hoy en día prácticamente han desaparecido de las calles. Actualmente la picaresca callejera es más simple, uno puede estar tomando un café en una terraza e, inevitablemente, se le acercará primero el de acordeón, después, la chica con dos niños llenos de mocos y, después, el del carrito, todos por un turno claramente establecido. Al igual que sectores como la construcción, la agricultura intensiva y las tareas domésticas o servicios se nutren casi exclusivamente de mano de obra inmigrante, ante el rechazo de esos trabajos por parte de los españoles, la picaresca callejera ha pasado a estar también en mano de clanes o mafias extrajeras. 


Habiendo subido de nivel, los españoles ya no vemos suficiente rentabilidad en esos menesteres. Si a los pobres mendigos de etnia gitana explotados por las mafias del este no les es necesario acreditar ningún tipo de cualificación, ni siquiera demostrar que saben tocar el acordeón para aporrear uno, a los nuevos pícaros nacionales se les exige buena presencia y haber cursado estudios superiores, aunque sea en la Juan Carlos I. Gürtel, Lezo o Eres o Nóos son sólo algunos ejemplos que ilustran esta estratificación de la picaresca.



Nos encontramos ante un problema de difícil solución, si las instituciones son fruto de los ciudadanos que conforman esa sociedad, cabe preguntarse: ¿funcionarían aquí los admirados modelos de otros países, como Finlandia, al no ser iguales nosotros que los finlandeses? 




Temas relacionados

para ti

en destaque