8M: Hacia la huelga feminista II

Mar Verdejo
01:00 • 03 mar. 2018

Esta será recordada como la revolución que comenzó en la cocina, el lugar donde se cuece con amor lo que nos alimenta y nos sustenta en todas las fases de nuestra vida, y que no pretende ser una huelga laboral cualquiera: pretende que nos hagamos preguntas, que puede, que no nos hayamos hecho hasta ahora y empecemos, como sociedad, a cuestionar el día a día en todos los ámbitos como los cuidados, el consumo, la educación, etc. 
Hay que poner sobre la mesa que el trabajo de cuidados es esencial para el bienestar social, pero ni se valora ni se concibe como una responsabilidad que debe de ser asumida por todos y todas: los hombres, las mujeres y el Estado. Según el CIS del 2017: un 54,5% de las mujeres prepara siempre la comida frente a un 19,4% de hombres, ellas friegan más los platos (48% frente a 20%), hacen la compra (42% frente a 20,9%) y limpian la casa (44,9% ellas y ellos un 14,8%). Una mujer tras haber dedicado toda una vida al cuidado de su familia no tiene una pensión digna. ¿Y si no consumimos? ¿Y si no compramos en establecimientos en los que las trabajadoras sufren malas condiciones laborales? Hay que empezar a replantearse un consumo más consciente y sostenible. Un consumo en el barrio o en el pueblo, de cercanía, de productos locales. El sistema educativo, donde aprendemos a sociabilizarnos, también es el lugar donde reclamar los derechos y libertades: no hay que olvidar que ha costado mucho trabajo y sangre por tenerlos. Las referencias de mujeres prestigiosas en los libros de ciencia, historia, literatura, etc. brillan por su ausencia. El patio del colegio es un claro ejemplo de la jerarquía de sexo y edad. Dominan los chicos y los más mayores sobre los más pequeños. Los niños a la pista, y las niñas en las orillas. Si eres hombre y estás leyendo esto quizás te estés preguntado: ¿Qué podemos hacer los hombres? Dice K. Temple: “Los hombres que quieren ser feministas no necesitan que se les dé un espacio en el feminismo. Necesitan coger el espacio que tienen en la sociedad y hacerlo feminista”. También se pueden organizar, no esperar a que le digamos qué hacer, pueden por ejemplo, no ir a trabajar para quedarse en casa a cuidar de la infancia o mayores, o incluso dar ese día de sueldo y crear una caja de resistencia común para sus compañeras. Algunas de nosotras no podremos hacer un paro de 24 horas pero haremos gestos simbólicos pensando en el camino que iniciamos.
“Es un basta ya, un golpe en la mesa para que paremos y nos pongamos a reflexionar sobre la historia de las relaciones hombre-mujer porque estaríamos hablando de violencia de género hacia los hombres si: no hubieran podido votar hasta 1931, si se les educa para pensar que su única función en la vida es la paternidad, si se les hubiera señalado y acusado con el dedo por ser padres solteros, si hubieran sufrido el estigma del deshonor, o hubieran tenido que llevar a sus hijos a la inclusa. Si el Código Penal hubiera tipificado con penas de prisión el adulterio para los hombres. Si hubieran sido obligados a pedir permiso para trabajar, o abrir una cuenta en el banco con sus esposas. Si fueran menospreciados y señalados cada vez que se saltaban las normas establecidas para las mujeres y que participaban en la vida política. Si se hubieran visto obligados a escuchar que sus capacidades físicas y mentales son inferiores que la de las mujeres durante toda la Historia de la humanidad. Si nunca, jamás en la Historia de este país, hubiera un hombre presidente de Gobierno, porque todo han sido mujeres. Si ser asesinados por sus parejas o ser violados por la calle por cinco desconocidas fuera lo peor que le puede pasar y la sociedad les cuestionara continuamente hagan lo que hagan. Si los hombres ganaran un 16% menos que las mujeres por el mismo trabajo. Si la población masculina se viera obligada a presentar 391 denuncias al día (según datos oficiales) por violencia sufrida a manos de sus parejas. Si los hombres fueran amenazados y agredidos cada vez que lucharan por revertir la situación y conseguir derechos”. (Extracto de @Feminismos_). Dice Eduardo Galeano: “El machismo es el miedo de los hombres a las mujeres sin miedo”
Esta huelga se la debemos también a las mujeres como nuestras madres y abuelas que no pudieron estudiar, que han dedicado toda su vida a cuidarnos y, a cambio, viven su vejez con pensiones míseras, y porque tenemos derechos porque ellas los reclamaron. ¿Sabemos lo que cuesta cuidar? Ellas sostuvieron una sociedad que estaba en un profundo proceso de transformación y no se les reconoce. En este momento convivimos tres generaciones con realidades diferentes: las que no pudieron estudiar, con las más preparadas de la historia. Las que se tuvieron que casar sin decir que no, con las que tenemos libertad sexual, etc. y esto se lo debemos a esas mujeres que creen, porque la sociedad y la cultura, nos lo hacen ver así, que sus vidas no merecen ser contadas. “Todas las desgracias del mundo provienen del olvido y el desprecio que hasta hoy se ha hecho de los derechos naturales e imprescindibles de ser mujer”, escribió Flora Tristán.
Será una huelga internacional que pondrá la vida, la dignidad y la humanidad en el centro de todo, con propuestas para un mundo más justo, solidario y sostenible. Una huelga para acabar con el riesgo de pobreza, con las tasas de paro (3,5% más alto en las mujeres), con la brecha salarial y con la violencia machista. Paremos por las mujeres asesinadas, violadas, explotadas, abusadas y por las que no tenemos nada. Una huelga de mujeres que pretende cambiar la conciencia universal sobre la igualdad, los derechos y las relaciones entre los géneros. Hemos demostrado a lo largo de la historia que juntas somos más fuertes, y diremos bien alto y claro que: ¡sin nosotras, el mundo se para!


 







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