El manual de estilo de la Junta del PSOE de Sevilla marca con precisión milimétrica que cualquier crítica o comentario sobre su gestión realizado fuera del reclinatorio habitual, habrá de ser considerado como “elemento de confrontación” indeseable para la convivencia y el progreso de Andalucía, etcétera. Pero ello no es óbice, valladar ni cortapisa para que ellas y ellos puedan hacer exactamente lo contrario. Qué digo lo contrario: en realidad ellas y ellos pueden hacer y decir lo que les venga saliendo justamente de ahí donde están pensando y yo por decoro no escribo. Es decir, que si desde el PP, o lo que ellas y ellos consideren el PP, se dice que tal o cual obra o proyecto de la Junta está fuera de plazo, retrasado o no pagado (en el hipotético caso de que ello pudiera darse en esta Andalucía tan llena de logros y buenaventuras) que sepa que comete el desacato de confrontar: es decir, tener el feo gesto de querer llevarse mal con la superioridad, con lo hermoso que es el aplauso y lo bien que sientan los vítores a nuestros señoritos. Pero como decía un poco más arriba, ellas y ellos pueden hacer lo que quieran, porque no han venido a este mundo a confrontar, sino a ser jaleados y temidos. Por ejemplo, la nueva presidenta de la Autoridad Portuaria, doña Carmen Ortiz, no ha llegado al cargo para confrontar, sino para decir al Ayuntamiento las verdades de la barquera. Que en el mes escaso que lleva en el cargo haya empezado a poner condiciones al proyecto Puerto-Ciudad (que si el tren, que si la autovía, que si el mineral, que si esto o lo otro) y ya se haya quejado al Gobierno por los retrasos de las obras del AVE, no puede ni debe ser interpretado como acto de confrontación: es una predisposición máxima que salta a la vista. Y por supuesto, el que quiera ver en este movimiento del PSOE el deseo de marcar distancias entre la amable y convergente gestión de su predecesora, Trini Cabeo, que no le quepa duda: también estará confrontando.
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