La soledad monacal

José Luis Masegosa
22:37 • 15 ene. 2017

La llegada a la ermita se ha adivinado siempre penitente. Una empinada cuesta, angosta e interminable, regala al visitante una magistral lección de la vida porque nunca fue un camino fácil, mucho menos para quienes durante años cuidaron y mimaron la esencia espiritual y el legado material que atesora el Santuario del Saliente. A mitad de la ladera del Cerro Roel, donde las Estancias redoblan su nominación, ulula el viento del norte por entre tantas puertas y ventanas como atribuye la tradición que posee el conjunto monacal. Un monumento que según la página Andalucía.org/turismo “alberga tres funciones, ermita, palacio episcopal y hospedería” .En cuanto a la información de contacto, dicha página informa de dos números de teléfono. Si llama al primero, la impersonal voz de la centralita automática del Ayuntamiento de Albox le responderá y le dará distintas opciones para acceder a diferentes servicios municipales, ninguno relativo al Santuario. Si se toma la molestia de llamar al otro número, amablemente le informarán de que el  teléfono no es del Saliente ni tiene nada que ver.. Si ante la frustrada accesibilidad a información respecto al Santuario decide efectuar su particular peregrinaje atendiendo los días y horas de visitas, puede ser que, como ha ocurrido con varios peregrinos, se dé con un canto en la puerta, pero no solo del monasterio, sino hasta del restaurante de la anexa hospedería. 
Es decir, el desierto del Saliente, como le llamaban  a sus conventos los abnegados hermanos de la Congregación de San Pablo y San Antonio Abad, quienes durante muchos años tuvieron a su cargo este cenobio, se hace más evidente que cuando lo habitaban los propios ermitaños. Los desvelos de quienes actualmente atienden el santuario no impiden que el convento cumpla canas, sume achaques y asuma con resignación la patina del tiempo en la más absoluta soledad. Una situación a la que la Diócesis pretende poner fin para revitalizar este reducto monacal, si bien hasta ahora no han fructificado las gestiones realizadas con algunas congregaciones, en concreto con una de origen francés. El Saliente está llamado, cuando menos, a ser habitado por profesionales de la contemplación y por supuesto atender las palabras del Papa Francisco: “La Iglesia no necesita los conventos vacíos para transformarlos en hoteles y ganar dinero. Los conventos vacíos no son nuestros, son para la carne de Cristo, que son los refugiados”. De lo contrario, ni los cantos solemnes ni los rezos pausados podrán albergar el claustro porticado, que continuará en la total soledad monacal.







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