La coherencia de José María Aznar en su renuncia

Juan Megino
22:32 • 23 dic. 2016

Se veía venir. Cuando en el pasado octubre se sustanció la desvinculación de FAES  del PP (su laboratorio de ideas), fundación presidida por el señor Aznar desde su creación, era poco menos que irremediable que continuara el divorcio de éste con el PP (o había que decir de Rajoy), manifestado por su renuncia a la Presidencia de Honor del partido que había refundado.  Temas como la subida de la presión fiscal o la Ley del aborto (pendiente aún en el Constitucional el recurso del propio PP después de 5 años), constituyeron elementos que retrajeron, en su momento, a una buena parte del electorado fiel. 
Más recientemente, Aznar ha podido constatar una aparente posición más tibia del Gobierno con respecto a la deriva independentista catalana, y, no digamos, con el comportamiento del PP en el asunto de  Rita Barberá, temas que han podido ser el detonante final de lo que ya se avizoraba.
Si a ello se une que los patronos de las Fundaciones no debieran tener cargos en los Partidos, se da la ecuación justa  para entender lo sucedido, independientemente de otras cuestiones económicas también existentes en FAES. El futuro y las consecuencias de las relaciones convulsas del señor Aznar con el señor Rajoy y el PP son imprevisibles. No cabe duda del enorme ascendiente de Aznar dentro del PP y que continúa teniendo dentro del electorado liberal y de centro-derecha, núcleo fundamental de sus resultados electorales, al margen del recuerdo de su etapa como presidente del Partido y dos Legislaturas como Presidente de Gobierno, con sus luces y sombras, con aciertos y errores, como cualquier otro político que haya tenido responsabilidades de gobierno. Estas bases, seguramente, no acabarán de entender  este distanciamiento, en momentos en que precisamente la unión dentro del Partido debía ser monolítica, lo que no quiere decir que, desde FAES, el señor. Aznar pueda seguir opinando de todo aquello que entienda que el Gobierno pueda estar haciendo mal, según su criterio y experiencia. Por ello, no parece lógico que ahora, desde el interior del PP, empiecen a alzarse voces sobre una hipotética regulación de las actividades de los expresidentes. Mejor que estén de “pepitos grillos” que de “jarrones chinos”, que no sepamos que hacer con ellos.


 







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