El retorno de los clásicos

Kayros
23:30 • 26 oct. 2016

Los clásicos en realidad no retornan. Están siempre con nosotros. Por eso se llaman así, porque han superado para siempre el tremedal del olvido. La mayoría de la gente no sabe lo que pasó aquí con el latín y el griego como asignaturas troncales del bachillerato. Con los aires economicistas que trajo el tardofranquismo comenzó el menosprecio a la base humanista de nuestra formación. Decían entonces los incultos que las lenguas clásicas no servían para nada. Un ministro de Franco vomitó aquello de “ más deporte y menos latín en los colegios”. Venía a coincidir este odio con los movimientos nacionalistas que pedían la misa en castellano así como las músicas étnicas frente al tesoro gregoriano. Conozco a amigos que ahora ejercen carreras desviadas por culpa del latín. No pudieron superar los verbos de la lengua madre, placenta generosa de nuestra cultura. Menos aún alcanzaron las complicadas derivaciones filosóficas del pensamiento griego. Sin embargo, hoy leemos la “Odisea” y la “Ilíada” como si fueran obras modernas. Visitamos a Virgilio y Horacio conscientes de su perfección literaria y humana. Alguien puede decir que son autores de otro tiempo pero nunca que no nos enseñan nada. La semana pasada, precisamente, algún periódico de tirada nacional ha dedicado un estudio a este permanente “volver a los clásicos” Para Carlos García Gual, un viejo y conocido especialista, los clásicos moldean a las personas más críticas e imaginativas. Son siempre actuales porque han pervivido a las fluctuaciones de los gustos literarios a lo largo del tiempo, y su mensaje llega todavía hasta nosotros. Para Paul Veyne, historiador y latinista, los clásicos nos enseñan a hacernos preguntas. Por suerte o por desgracia mi relación personal con la cultura grecolatina me viene de la adolescencia. Alejado del tebeo y de los comics de kiosko, teniendo prohibido acercarme a la novela moderna por supuestos peligros, mi tiempo libre vacacional era un acercamiento a los héroes alumbrados por latinos y griegos. Puedo hablar por experiencia del placer estético que supone una oda de Horacio, aunque solo sea como ejerció literario. Lo mismo digamos de penetrar humildemente en el mundo de Virgilio. Cuántas cosas se pierden los mal encaminados que desde temprano comenzaron a odiar las bases primigenias de su cultura.







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