¡Adiós, Pedro, adiós!

Pedro Sánchez tiene una colección grande de derrotas. La última, anoche, ha acabado con él. Estará feliz. Eligió suicidarse, pol&iacut

Fausto Romero-Miura Giménez
01:00 • 02 oct. 2016

Hay quien colecciona penes de bichos, chicles masticados, pelusa del ombligo… pero que sea feliz  coleccionando derrotas, cada vez más clamorosas, sólo conozco a Pedro Sánchez. El domingo aumentó en dos su colección, en Galicia y en el País Vasco. Y, esta semana, otras dos, la última, anoche, a las 20’21, la definitiva: el miércoles, lo repudió medio Comité Ejecutivo; anoche, el Comité Federal derrotó sus propuestas por 132 a 107 votos. Y lo largó con viento fresco. “Después de tanto, todo para nada”,  lo resumiría José Hierro. Y Benedetti: “¡quién me iba a decir que le destino era esto!” 
Un Comité Federal caótico, desangrante, dramático, desolador, esperpéntico y lleno de marrullerías sanchistas, con la calle cortada por la Policía y tomada por exaltados militantes –¿es a esas bases a las que quería populistamente encomendar el Partido apostatando de la democracia representativa?- que insultaban a sus compañeros –“navajeros, golpistas, fascistas, traidores”- en una sede bunkerizada, con los cristales tintados para hacerlos opacos, dispuestos a suicidarse colectivamente Sánchez y sus leales estomacales -¿qué futuro profesional tienen ahora que han cesado?- emulando a Restógenes y Numancia, Kanunga, Guyana, Waco, Puerta del Cielo… Ejemplos hay muchos. Tan torpes, no. Pero, en fin, ya dijo Machado: “nunca extrañéis que un bruto / se descuerne luchando por la idea”. 
¡Cuánto me recuerda el desgraciado fin de UCD, aunque nuestro suicidio fue gota a gota, un chorreo de tránsfugas! 
El 27 de diciembre de 2015, tras las Elecciones, escribí: “la noche electoral me acosté muy temprano, asombrado de que no hubieran dimitido Rajoy ni Pedro Sánchez”, como es inexcusable en los sistemas democráticos, pues tuvieron una bajada espectacular. “En la vida, las cosas y las personas tienen su momento”, dice Delibes. Al no haber dimitido en su momento, era previsible el aborto tras estos nueves meses de tormentosa gestación.
Tan previsible era este final caótico que el “El País” editorializó el jueves: “la salida del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez… es imprescindible. Sánchez ha resultado no ser un dirigente cabal, sino un insensato sin escrúpulos que no duda en destruir el partido que con tanto desacierto ha dirigido antes que reconocer su enorme fracaso…” 
El Partido que llegó a tener 11.289.335 votos y 202 diputados va por 5.424.709 y 85. Y nadie ha asumido responsabilidad alguna, hecho autocrítica y recuperado la identidad histórica y reconocible del Partido, por lo que sufre una hemorragia de votos por la derecha y, sobre todo, por la izquierda, dada su tortuosa indefinición: “es que nuestros hijos son de Podemos”, ha dicho Borrell, un Podemos al que no sólo no ha combatido sino que ha tratado de imitar, con lo que puede que lo convierta en la nave nodriza de la izquierda, como ha dicho Monedero, en unas futuras elecciones.
Como ciudadano que en varias elecciones ha votado al PSOE me siento triste y preocupado: la bicicleta de bipartidismo –que defiendo como garantía de estabilidad- puede perder una de sus ruedas. 
El partido que ha gobernado la mitad del tiempo transcurrido desde que se promulgó la Constitución, que modernizó a España, que la integró en Europa, se desangra en sectarismo, banderías, pérdida de identidad y de ideología, y ocurrencias desde que, haciendo bueno el Principio de Peter o de la incompetencia máxima, cayó en manos de Zapatero y Sánchez, dos anónimos, torpes, orgullosos, egocéntricos, narcisistas, incapaces –“la tontería es infinitamente más fascinante que la inteligencia. La inteligencia tiene sus límites, la tontería no”, dice Claude Chabrol-, intransigentes, sectarios -y lo cito casi como una aporía: Meritxell Batet (PSOE) y José María Lassalle (PP) se han divorciado tras once años de matrimonio bienavenido: si está prohibido hablar con el enemigo ¡no digamos dormir!- mesiánicos y salvapatrias –lo de Iceta, histérico y folklórico, en plan PSY y su "Gangnam Style", es impagable- aupados a la Secretaría General que ocuparon, entre otros, Pablo Iglesias, Julián Besteiro, Largo Caballero, Felipe González, como testaferros dóciles.  Pero, claro, es sabido que los jóvenes se indisciplinan. Lo dice nuestro refranero: si quieres conocer a Juanillo, dale un carguillo. Y hacen bueno que su capricho es la ley: yo hago siempre / lo que quiero / y mi palabra / es la ley. / No tengo nadie / que me comprenda / pero sigo siendo / el rey. En este caso, Pedro, como el loco Segismundo. Y ha muerto en el intento. 
¡Ojalá, sin el lastre pedrista, el PSOE renazca fuerte, sano, coherente y democrático!


¡Lagarto, lagarto! Cuando hay que explicar qué quiere expresar una imagen, no vale pa ná. En el Festival de Cine de Almería era clásica la silueta de Clint Eastwood que, en todo el mundo, se identificaba con  Almería como plató de cine. Ahora se ha sustituido por otro logo en el que su autor, sevillano, explica que se ve un lagarto, un cardo borriquero y el mar. ¿Quién lo va a identificar con Almería y con el cine?
Y me acuerdo de Juan Ramón: “¡No le toques ya más, / que así es la rosa”
¡Coño con las modernuras!.


Cuánto tiempo  Sin buscarlos, he encontrado dos artículos publicados en la revista “Auras”, con dieciséis años, cuando la mayoría de edad estaba en los veintiuno.
Algún mal de amores rubio debía tener, porque uno de ellos se titulaba “Los niños que juegan a ser hombres”. Decía yo que “la sociedad y las mujeres rechazan a los críos…” y me rebelaba contra “los límites que nuestra edad física nos señala…” Han pasado 54 años: entonces, porque no llegaba; ahora, porque me paso. ¿Es la vida una partida de “siete y media” .




Pepe Castillo Ha muerto Pepe Castillo, de los hombres más buenos y afables que he conocido, con el que a menudo compartía churros en el Coimbra –en la que tenía su tertulia habitual- y entrevistas amabilísimas, por su parte, con su hablar pausado y preguntas inteligentes, en varias televisiones locales. Durante unos días no lo ví, y pensé que estaba de vacaciones en su finquilla de Ocaña. Pero, desgraciadamente, no era así. Se había ido de vacaciones, sí, pero de la vida. Lo recordaré siempre con infinito cariño.


 




 


 




 



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