José Miguel Carmona: “Alejarse del campo ha traído problemas”

La añoranza de la infancia y la certeza de que el modo de vida rural se está perdiendo llevaron a este profesor albojense a publicar ‘Almería, tierra de cortijos’, un canto

José Miguel Carmona, con su libro, un ejemplar de LA VOZ y dos cafés.
José Miguel Carmona, con su libro, un ejemplar de LA VOZ y dos cafés.
Marta Rodríguez
22:18 • 31 ene. 2015

Si la sencillez cobrara forma humana, se parecería mucho a José Miguel Carmona. Porque sólo una persona sencilla hasta el extremo dedica cinco años a investigar y plasmar en un libro la vida cotidiana de los pueblos de Almería sin ningún afán de atribuirse ni más ni menos de lo que es, un profesor de instituto.




Dos razones llevaron a este docente de ciencias a embarcarse en la aventura de publicar su primera obra, ‘Almería, tierra de cortijos. Nuestras familias en el campo almeriense’: la añoranza de la infancia y la certeza de que el modo de vida rural se está perdiendo. “Y con él, nuestra propia historia”, afirma mientras da tímidos sorbos a un café con leche en la Confitería Hernández de la capital.




“Recuerdo cuando estudiaba en los libros al general Prim y otros hechos que me resultaban lejanos. Yo siempre he sentido como mi historia la de mis padres y mis abuelos, esa es nuestra verdadera historia. Siempre hemos desechado lo nuestro y debemos contribuir a amarlo y quererlo”, defiende.




Aunque muchos se puedan sentir ajenos a la vida rural, lo cierto es que no hay que retrotraerse mucho en el tiempo para encontrar a un antepasado que viviese de la tierra o el ganado. Según los datos que maneja Carmona, hasta los años 60 el 70 por ciento de la población almeriense vivía en las zonas rurales del interior de la provincia. “Nuestros antepasados no eran de la alta burguesía, eran del campo”, subraya.




Entonces, ¿por qué hay quien mira lo rural con cierta superioridad? “No lo sé, en el campo no hay ni más ni menos cultura que en la ciudad. Aunque yo creo que eso ha cambiado”, confiesa. 




Viaje a la infancia
Nacido en Albox en 1974 y criado en un cortijo de La Aljambra, José Miguel Carmona fue uno de esos niños que colgaba la mochila nada más llegar del colegio para sacar el ganado a pastar. Su fuerza de voluntad a la hora de llevarse cada día el libro a la faena tuvo mucho que ver con el éxito que luego cosechó en los estudios. “Recuerdo estudiar historia mientras cogía alcaparras porque había que ayudar a los padres. En el colegio aquello no estaba bien visto y me llamaban cortijero en tono despectivo”, cuenta.




A pesar de que apenas supera los 40, dio sus primeros pasos en una casa donde no había aseos. Y cuando la luz eléctrica llegó a la pedanía albojense de la que es natural, tenía 12 ó 13 años.




“En los últimos años, nos hemos dado cuenta de que alejarse del campo y de la vida tradicional nos ha traído problemas medioambientales y de salud. Con la comida ecológica todo se ha revalorizado. Fíjate en los huertos urbanos, eso antes era impensable”, explica este profesor de Tecnología del IES Nicolás Salmerón de la capital. 


Aparte de los problemas medioambientales y de salud, esa separación del campo se ha traducido en un profundo desconocimiento de ciertas cosas. En las excursiones con sus alumnos, Carmona ha comprobado que los niños de hoy han perdido la capacidad de adaptarse al territorio, no tienen ni idea de los ciclos de la cosecha y apenas distinguen un almendro de un olivo.


Volver a las raíces
La proliferación de ciudadanos británicos que han elegido vivir en las zonas rurales de Almería supone un regreso a lo rural que la población local empieza a ver con buenos ojos. “Ellos están encantados de vivir en cortijos que muchas veces están aislados y de haber recuperado ese contacto con la naturaleza”, sostiene.


Los ingleses levantan los cortijos que muchos almerienses tuvieron que dejar atrás antes de emigrar a Cataluña o Argentina en busca de un futuro mejor. En ese proceso de restaurar las viviendas, algunos han hallado objetos insólitos muestra de un pasado que se ha marchado para no volver.


‘Almería, tierra de cortijos’ se ha convertido en un objeto de culto para nostálgicos. Su lectura sirve de terapia contra el olvido en residencias de ancianos, entre nietos que no pudieron retener los testimonios de sus abuelos e incluso para descendientes de emigrantes que ni olvidan sus raíces ni renuncian a su identidad. 



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