‘Desde mi ventana’: Lavaderos de la Chanca, Fuente de la Salud

Ciclo de artículos de la Asociación Amigos de la Alcazaba

Mujeres se afanan en lavar en los desa­parecidos lavaderos del barrio de La Chanca.
Mujeres se afanan en lavar en los desa­parecidos lavaderos del barrio de La Chanca. La Voz
Encarna González
07:00 • 12 may. 2020

Encarna González
Maestra de Asoc. La Chanca Pescadería a Mucha Honra
 
Desaparecieron los antiguos lavaderos que salpicaban toda la ciudad de Almería desde el siglo XIX en adelante y hasta principios de los 70 del siglo XX, pero del que ocupa este artículo, quedó algo muy importante, el nombre de la calle, calle de la SALUD. Para bien situarnos, se ha de explicar que se encuentra esta calle en la actualidad en el noroeste de la Rambla de la Chanca, hoy Avenida del Mar, y de forma general llamado el barrio del Puerto cuando nació este lavadero, a finales del siglo XIX.




Las autoridades sanitarias eran bien conscientes ya entonces que donde no hay agua abundante y limpia, no puede haber higiene, y las ciudades habían de contar con un manantial de aguas potables suficientes para el abastecimiento doméstico y de agua para el alcantarillado, riego, limpieza…y de no existir esto no puede haber una población sana. Y máxime en una época donde la ciudad de Almería iba casi a la cabeza de enfermedades y epidemias varias de viruela, tifus, tuberculosis y la persistente tracoma. Con más motivo si era una época donde no existía agua en los hogares ni alcantarillado, como mucho un pozo ciego en algunas casas, que no en todas.




Por ello y por la necesidad de lavar las ropas (escasas en las clases humildes que eran mayoría) los primeros lavaderos fueron los ríos en el medio rural y los lechos de las ramblas naturales en la ciudad. Así, el cauce de esta rambla entonces de Maromeros era profusa en huertos y sembrados. Se establecía una especie de simbiosis entre las albercas de agua para el riego y la necesidad de las mujeres de lavar las ropas en ellas y aprovechar este agua doblemente. En Almería hasta el año 1907 no fue un clamor la necesidad de instalar un Lavadero Público en buen estado, al constatar las autoridades que no había separación ni higiene suficiente en el lavado de prendas de infecciosos y sanos, sino que todo se lavaba unido en las mismas aguas y sin desinfección alguna.




Pionera
La iniciativa privada fue pionera en esto y empezó a instalar lavaderos públicos bajo pago (en el año 1974 se pagaban 2,50 ptas. por kilo de ropa). Es el caso de un industrial y propietario de la Chanca, el famoso D. Antonio entre ancianas y no tan mayores del barrio, que con tesón y esfuerzo excavó un pozo en su finca y lo explotó como fuente y lavadero. El nombre del negocio, Fuente de la Salud, respondía a la moda de la época de aguas saludables de Lanjarón, Alhama y Sierra Alhamilla.



Este lavadero constaba de pilones (balsas) de siete metros de largo por uno de ancho, y una balsa para los desagües, donde se reunían las aguas en cantidad que después se destinan al riego. Este era el caso de otro lavadero del barrio, el de Huerta Cadenas (que también conserva el nombre de la calle), con 4 ó 6 plazas en cada pilón. A pesar de que años más tarde se les indicó a todos los lavaderos que debían disponer de otra balsa para el lavado de ropas infectas y se alimentaran con grifos independientes y desagües a la atargea, fue elegido este lavadero de la calle Salud como ejemplo de instalación correcta y donde se instalaría la primera máquina lejiadora (que era en la realidad un artefacto como una olla grande y alta con calefacción). Después se instaló en el de calle Cadenas y provocó en 1912 un pequeño motín entre las mujeres que se negaban al remojo previo de las ropas en lejía, aunque esta negativa fue general en la ciudad, y al fin y al cabo, sólo disponía el ayuntamiento de cuatro lejiadoras llegadas de Zaragoza.




Ámbito privado
Con la llegada del saneamiento y agua a las casas (que en este barrio fue muy tardía y dolorosa tras previa lucha vecinal hasta el año 1977), la dura tarea de lavar de amas de casa y lavanderas profesionale, pasó al ámbito privado y desapareció la sociabilización que se producía en ellos, las charla de todas y de todo y las riñas también por los puestos o desaparición de prendas. Se constata aquí otro oficio invisible de la mujer, que ha realizado en exclusiva a lo largo de la historia de la humanidad, como “el coser para la calle”, lavar para clases pudientes, embutir matanzas y salar conservas y pescados en el hogar. Y otros a sueldo, como ser ama de cría o planchadora.




Al haber desaparecido casi en su totalidad la arquitectura de estas instalaciones de agua higiénico-sanitarias, de norias, fuentes y lavaderos (que también constituye un patrimonio material de la cultura del agua), bien podría este ayuntamiento o cualquier otra administración que competa, realizar un homenaje a este trabajo femenino que está presente aún en la memoria colectiva de madres y abuelas. En forma de placas recordatorias de los distintos lavaderos o de monumento a la mujer lavandera, que existe en otras ciudades, y pertenecen al acervo etnográfico, sociológico e histórico y por tanto, es patrimonio inmaterial.




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