Reír y llorar con ellas

La obra ‘Divorciadas, evangélicas y vegetarianas’ llenó el Apolo el pasado 6 de marzo

Las actrices M. Galera, E. Quiñones y C. Pérez en esta pieza trágico-cómica.
Las actrices M. Galera, E. Quiñones y C. Pérez en esta pieza trágico-cómica. La Voz
La Voz
22:10 • 08 mar. 2019 / actualizado a las 07:00 • 09 mar. 2019

Arranque
Something Stupid, de Frank y Nancy Sinatra, es la canción que me recibe en el Apolo. 



Mientras me acomodo, recojo del aire Take my breath away y La sombra del amor de la película ‘Ghost’. Abróchate el cinturón, me digo cuando se hace el fundido en negro, esto va de amor. 



La primera escena trascurre en la estación de metro Manuel Becerra de la capital del reino. Una mezcla atronadora entre el chirrido de los trenes y una especie de tormenta eléctrica, arranca la función.



Tres eran tres



En la época actual,Gloria, Beatriz y Meche son tres mujeres en crisis, luchando consigo mismas y con el mundo que les rodea, intentando sobrevivir. Gloria, la vegetariana, es una mujer impulsiva, acelerada y muy perdida. 



Completamente fuera de sí, después de una pelea con su novio, Gloria se encuentra en una estación de metro con Beatriz, la divorciada, una mujer triste y gris, que no se sabe muy bien qué hace allí. 



A priori, resulta totalmente inverosímil que ambas decidan salir de las profundidades del metro como aliadas, pero así sucede. Las nuevas mejores amigas deciden aunar fuerzas y asistir a un cine donde trabaja Meche, la evangélica, una mujer que vive una profunda contradicción existencial y que utiliza el alcohol y la religión a partes iguales para esconderse de sí misma y de su fracaso personal. 



Así, el destino une a estas tres adultas, que se encuentran el mismo día a la misma hora, en el que, si una está mal, la otra está peor y la última no tiene arreglo. 


El sentido del humor

Es la mejor herramienta para moverse por la vida y desde luego para abordar la autocrítica de sentirse mujer en la actualidad, cuando nos salimos de nosotras mismas y observamos la rémora educacional que arrastramos. 


Con nuestro ancestral culto al amor, podemos convertirnos sin darnos cuenta, en blanco fácil para relaciones con hombres bastante petimetres. Gloria es prueba de ello y resulta un personaje absolutamente cómico y trágico desde la pura contradicción que resulta ser ella misma, la que se hace la zancadilla a cada paso. 


Es vegetariana, le da la marihuana, quiere ser una mujer liberada, pero está totalmente sometida a un maltratador como su amante. 


Y todo este gazpacho lo adereza con una lengua suelta y divertida. La divorciada, Beatriz, es víctima de su pusilanimidad, cuando la solución a su insatisfacción pasaba en principio por el suicidio, pretendiendo echarse a las vías del metro. Por eso estaba allí tan callada. Tampoco andará muy iluminada con la supuesta opción propuesta. 


Meche, la evangélica, ofrece la caricatura de la hipocresía y la presión social asfixiante para con las mujeres que no usemos la talla 38. 

Deporte en grupo

Y quedar en la Casa de Campo de Madrid, ciudad donde transcurre la trama, es la excusa para intentar purgar sus respectivos demonios y practicar de todo menos el running


El maltrato, la baja autoestima, la trampa del amor tóxico, donde las mujeres tenemos siempre la obligación de darnos hasta la extenuación, hasta no saber quiénes somos, ni lo que queremos, queda patente bajo las carcajadas del público. 


Los diálogos delirantes entre las tres protagonistas sustentan las verdaderas preguntas filosóficas que toda mujer del siglo XXI debe de hacerse más de una vez en su existencia, porque las respuesta serán cambiantes: quién soy, a dónde voy  y qué equipaje llevo conmigo.


Mujeres reales

Porque detrás de caricatura, se esconden mujeres de carne y hueso a las que somos capaces de ponerles nombres y apellidos. Quizá, incluso hayamos sido una de ellas al mirarnos al espejo en alguna etapa de nuestra vida. 


Me impresiona el razonamiento del personaje más serio, Beatriz, la divorciada a propia instancia, cuando se descubre que ella había ido a suicidarse al metro. 


“La razón de que me decidiese a hacerlo, fue una mujer. Tendría unos 25 años, muy elegante, tenía prisa. Entonces miré mi aspecto y supe que esa era la que yo quería ser, una mujer con prisa. Yo me case preñada, dejé la universidad y mis planes. El niño creció, se comió los ahorros; se me fueron los años viendo la televisión. Esa mujer con un escritorio, con contactos y citas. Yo soy un despertador y un teléfono apagado”. 


Gloria, la vegetariana, aporta el perfil de la yonki del amor tóxico, sin el que no sabe para dónde tirar y el que decidirá, por desgracia, por ella. 


“Si él no la quiere, se va a separar. Es mío de lunes a viernes. Cuando te viene una de esas a la cara, no hay reglas, solo dolor... Me dijo que si le dejaba me mataría... ¿Cuántas veces pueden matarla a una? Todas las que quieran, hasta que se queden dormidos”. 


Meche, la evangelista-alcohólica, viuda a tiempo antes que divorciada. 


“La realidad es que no le atraigo a nadie, soy vieja y solo encuentro en mí a la misma soledad.”


Y entre las carcajadas y las lágrimas, queda enmarcada la esperanza, construida con todas las mujeres posibles, aglutinadas en una sola: la que se mantiene en movimiento. 


Cansada, sí, quizá apenas sin aire, pero cada una tomando el relevo donde la otra ha sido derrotada.


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