Dulce Neuman Again

Presentaba el jueves pasado su poemario ‘Vivir de oído’ en La Dulce Alianza

Andrés neuman lee junto al músico José Balastegui.
Andrés neuman lee junto al músico José Balastegui.
Mar de los Ríos
07:00 • 24 nov. 2018

El escenario de merengue estaba de gala. Volvía el genial Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977). Es uno de los escritores de habla hispana más reputados, tanto en prosa como en poesía, gran repercusión internacional, traducido a más de veinte idiomas. El poeta y coordinador de este ciclo, Aníbal García, así nos lo recordaba desplegando el abrumador currículo del escritor hispano-argentino. Venía a recitarnos su último libro: Vivir de oído (La Bella Varsovia, 2018). Lo hacía acompañado del músico José Balastegui a través de tres instrumentos de viento: clarinete, saxo alto y saxo tenor.



Y es que hay autores que tienen un directo fantástico, como es el caso, a través del músico que lleva en su ADN; tiene ritmo, sentido del relato, un fino sentido del humor, buena memoria para declamar y una voz profunda. Todo ello convierte sus recitales poéticos en verdaderos conciertos. Si además le acompaña un creador de vientos jazzeros como el maestro Balastegui, tenemos simplemente una pieza exquisita para disfrutar, una Dulce Tarde Poética en toda regla.



El origen



Arrancaba un primer bloque que podría corresponder a la esencia del poeta, de dónde viene. Por ello sale su canto al paso del tiempo: Al niño que yo fui le diría en voz baja: esa rabia se puede dibujar. El amor a sus ancestros, abuelo jardinero elevado a raíz, donde retrata en cada verso a su familia, para terminar reconociendo que la verdad está sobrevalorada: Y si mentir no fuera grave...y si mentir no fuera malo si no solo difícil.



Entonces suena As time goes bye de la película Casablanca e inunda la sala desde el centro del maestro Balastegui, quien sabe depositar los últimos compases de cada pieza con la sensibilidad propia de un artista.



Los maestros Decía Andrés que siempre se llega tarde a darle las gracias a nuestros maestros, porque los reconocemos como tales en nuestro futuro. Muestra de este sentimiento nos recita el homenaje al suyo, a José Viñals, al que ya muy enfermo regaló una lupa para que siguiese conectado a los libros: Cuando fui a dar el pésame, vi la lupa dormida, sobre una hoja en blanco, aumentando el silencio.



Y llega Flor de Liss con ritmo de bossanova.



Sor Juana Inés de la Cruz

También tiene su lugar en el corazón del poeta el talento  de esta intelectual, a quien pone en sus versos en camisón en una habitación propia donde está también su madre. Con las dos trenza una especie de sillón sobre el que crece haciendo puzles con palabras. Su progenitora fue una artista de cuerda y está presente casi a cada paso en su discurso, el explícito y el implícito. Entre el primero nos describe la importancia de lo macro y lo micro cuando desde niño observaba cómo su madre necesitaba doblar ropa antes de ponerse a tocar su instrumento, manía o calentamiento artístico que él confiesa haber heredado. 


El amor Siempre presente en la Poesía Universal, mucho más que el desamor en el caso de Andrés. Llega un poema maravilloso: “Morir en paralelo”: … solo quiero apagarme, cada noche a su lado, en espera del día. Nos recita también del amor a la mujer desconocida, aparentemente imperfecta: No intenta ser epítome da nada, no tiene espalda mítica… Los ruidos necesarios o Love Training nos dejan con la dosis de sonrisa necesaria para sentir que hemos llegado a Ciudad Esmeralda y disfrutar de Somewhere Over the Rainbow en versión jazzera, donde yo vuelvo a colocarme mis zapatos rojos, y volamos a Oz. Y allí también aparece su madre cuando recita sobre a dónde van las voces que olvidamos y la dibuja con granos de café entre los inventos a los que llegamos tarde: la cafetera exprés. Ya todos tenemos una en casa, pero ella no pudo disfrutarla. Andrés confiesa entonces que lo intenta por ella cada mañana cuando se sirve una taza.


Perro Sónico

La versión más punk de Neuman viene de la mano de este poema que desvela su deseo incumplido, por ahora, el de formar una banda para la que ya tiene nombre: Perro Sónico. Afirma que cualquier día empieza por hacerse la camiseta: Todo viene del roce con lo dicho. Cuando no se te escucha el volumen se vuelve una ansiedad, esa elocuencia de la voz que falta. Y movemos los labios como perros de presa del sonido.


Los animales pequeños

Después llegarán los animales pequeños por los que admite predilección: pájaros, lagartijas o peces corretean o nadan entre sus versos, representando el sentimiento de finitud que le produce la Naturaleza de la que formamos parte. Visitar paisajes tan rotundos como el desierto de Atacama en Chile queda fijando este sentimiento en “Desierto con gorra”: ..Lo espiritual es esta indiferencia con que se deja al tiempo trabajar…

Y a esa altura del recital más o menos sonará Bye, Bye Blackbird.


Despedida

Alguna rabia desatada que le hizo bañarse desnudo en el mar y sentir que depende de nosotros nadar o hundirnos; alguna música brasileña más, tan agradable de apreciar… Y Andrés Neuman y José Balastegui se despiden del fiel público del sótano de La Dulce Alianza con un largo aplauso merecido. ¿Qué más se puede pedir? Ah, sí, una hermosa dedicatoria  presidiendo su libro, que ya el mío, hecha en directo para mí: Para Mar, porque cada poema nos regala su costa y su horizonte. Un beso grande. Andrés Neuman.


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