María Capulino, una creadora pura por encima de su tiempo

Tras una vida dedicada al diseño, ahora sigue sus ‘Retazos’, que espera exponer en Almería

María Capulino, con una pieza creada para una de sus obras de técnica mixta, que llama ‘Retazos’.
María Capulino, con una pieza creada para una de sus obras de técnica mixta, que llama ‘Retazos’. La Voz
Guillermo Fuertes
22:43 • 15 abr. 2018

“Soy diseñadora. Yo modista, no…”, María Capulino mueve la cabeza y alza un dedo. “He cosido a amigas, o la familia, porque me servía de experiencia, y para aprender, y porque quería. Pero nunca he sido modista de tomar medidas y dibujar telas. Nunca. Y nunca he comprado un figurín, jamás”.



María remueve y lee los recortes de prensa, papeles y fotografías que tiene ante sí sobre la mesa de su salón. “Toda mi vida me he quedado con las ganas de escribir un sistema de corte”, dice, pensativa. “El mío. Porque, por ejemplo, para cortar normalmente se hace un patrón en papel, se dibuja, ¿no? Pues yo lo hacía en la tela, con la tijera. Y cuando la tela estaba bien, lo pasaba al papel. Al revés de todo el mundo”.



Cuando llegó a tener taller de confección, con 70 mujeres trabajando, o mas, recuerda, buscaba “bordadoras, que zurcieran bien, que hicieran cualquier cosa primorosa, pero no profesoras de corte. Porque esas tenían ya hecho un método determinado. Y yo tenía el mío. ¿Y cómo lo aprendí? Pues Dios lo sabrá”.



Una forma de crear que tiene una conexión con el método y el tipo de medios que utiliza ahora para crear sus ‘Retazos’, unas obras de técnica mixta que ya expuso en Unicaja hace unos años, y que espera volver a mostrar en Almería. “Primero hago unos trazos con los ojos cerrados”, dice, y lo hace en una cartulina negra con un lápiz. Al cabo los mira, y suspira. “Y de ahí sale lo que Dios quiera...”.



El mejor día



María Capulino Lanuza-Pérez tiene carácter. Piensa lo que dice, y cuando habla, mira a los ojos. Es un carácter con el que nació, pero que también ha forjado la vida. Nacida en plena plaza de Santo Domingo, cerca de la Patrona, en 1931 (“el 14 de mayo,  jueves, Día de la Ascensión, ¿se puede nacer mejor día?”, dice), consiguió convertirse en una profesional independiente del diseño y la confección. En un país y un tiempo en el que una mujer era totalmente dependiente de su marido, hasta el punto que  no podía ni tener ni cuenta bancaria propia. Y todo ello, además, sin dejar de hacer también lo que tantas mujeres en España: ser el sostén de la familia a todos los niveles.



Si tiene que buscar el inicio de todo, María se remonta a un día, cuando tenía nueve años. “Mi madre compró una tela, y cuando se fue, cogí la tijera, me hice un vestido y me lo puse. Se llevó un disgusto muy grande, pero mi padre, que era muy inteligente, me salvó del regaño. Siempre le decía a mi madre: “Nunca le quites la iniciativa a los niños, aunque se equivoquen”. Y con mi hermano, igual”.



Contextos

Su hermano era Francisco Capulino, que también sintió desde niño la llamada del arte y la siguió hasta convertirse en Capuleto, uno de los pintores españoles de referencia. Ambos eran niños en la Guerra Civil, y vivieron la dura posguerra. Eso creó el contexto social, sicológico y social en el que nació su actividad creativa y profesional.


Cuando su hermano se fue a Madrid, ella también pasaba temporadas viviendo allí. “Y me iba con él, un artista en ciernes, al café Gijón”, recuerda, “uno de los sitios en los que, en aquella España, se seguía hablando de todos los colores, y era un crisol de actividad artística”. María asistía a varias tertulias, fue testigo de la actividad intelectual y los intercambios profesionales de esa generación, fundamentalmente masculina.


En 1959 se casó, y llegaron los hijos. Y ella, que nunca había dejado de crear, decidió activar esa faceta como profesión. Vivía en el Parque, y en la sala mas grande de la casa empezó a diseñar, coser y vender camisas a una tienda de Almería. “Se vendían como rosquillas”, dice. Y empezó a hacer también abrigos.


A mediados de los años 60 la familia se mudó a la calle Altamira. Allí puso un taller de confección en la primera planta, e intensificó la actividad comercial. María hacía dos o tres colecciones al año, totalmente originales. Ya en los 70 se mudan a la calle Navarro Rodrigo, pone el taller en la planta de arriba, y abajo abre una tienda: Femarfe.


A su manera

Con el tiempo, cerró el taller. Y años después, al llegar el cambio de siglo, “empecé a ver las modas que venían y me dije: esto no es para ti, Maruja, tú no vendes esto, ni lo fabricas”, recuerda. “Así que hablé con mis monjas, las Puras, y me hicieron dos letreros, que enmarqué y puse en el escaparate: “El siglo se va, y Femarfe también. Les deseo lo mejor”. Nada mas. No puse rebajas.  El día 2 de enero tenía cero pesetas de deudas, y me quedé una gabardina”.


La invitaron a irse a Nueva York, a Barcelona. Pero se quedó en Almería. Siempre María Capulino. Autodidacta, haciendo las cosas a su manera. Católica ante todo y sin dejar que nadie dicte lo que tiene que hacer. A pesar de la sociedad, de la Guerra Civil, de ser mujer en España. Y aún sigue creando, en sus ‘Retazos’.


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