Adra

Una riada de recuerdos

Este jueves se cumplen 50 años del suceso del 19 de octubre del 73 en Adra

Muchos se echaron a la calle para la captura de las latas de atún. (Colección: Andrés Aguilera)
Muchos se echaron a la calle para la captura de las latas de atún. (Colección: Andrés Aguilera)
Pepe Cazorla
19:25 • 18 oct. 2023

Recuerdo con nitidez aquel 19 de octubre de 1973. No paró de llover. Llovió a cántaros durante toda la madrugada y el techo de launa de aquella humilde vivienda parecía no aguantar el peso del agua al no poder drenar tanto caudal. Las goteras se multiplicaban y los cacharros hacían acto de aparición a dos manos. Yo apenas había cumplido los nueve años.



La noche fue muy larga para aquel niño que en una cama de matrimonio se refugiaba y hacia piña junto a otros cuatro hermanos. Mis padres estaban ausentes por el fallecimiento de mi abuela paterna en tierras gaditanas. La lluvia dejó paso al amanecer con un sol radiante que acompañaría todo el día de aquel jueves (como hoy). De la tormenta solo quedaban como testigos el agua y el barro.



Salí a la calle después de desayunar y dirigirme al Colegio San Nicolás desde la calle Viento con mi carpeta bajo el brazo. No entendía nada a mi llegada. Se habían suspendido las clases. No recuerdo bien la hora cuando presentí que algo no iba bien. Escuchaba a lo lejos un murmullo grande, como el zumbido de abejas en un panal. Era un gentío que gritaba: ¡El río, ha salido el río! ¡Que viene la riá!



Vi a varios coches que pasaban a toda velocidad buscando altura por la calle América. Gente llorando y presa del pánico. Ahí se me heló el espinazo infantil. Las mujeres que habían ido al Mercado de Abastos ponían el grito avisando de la inminente llegada del torrente de agua.






A los más pequeños nos prohibieron salir por las inmediaciones y nos obligaron a quedarnos en casa. Cuando a eso de mediodía noté que la cosa estaba más calmada me acerqué por la Cuesta del Doctor Don Alberto Casas con cautela y bajé hasta Natalio Rivas, a la altura de Papelería Bayo. Allí, los más mayores, se afanaban en recoger latas de melva, atún o caballa de la Fábrica de Conservas Santa Isabel y que el agua había arrastrado hasta allí entre ramas, cañas, mobiliario o piedras en su infernal paso.



Los más avispados, con los pantalones remangados hasta las rodillas, arrastraban sus pies descalzos por el fondo para poder tocar y localizar de ese modo, las latas del suculento y preciado túnido en aquellas aguas turbias. Pasaban las horas y se conocían noticias devastadoras en La Rábita o Albuñol (Granada). En Adra las pérdidas mayoritariamente fueron materiales y no personales.



La gente iba avisando que la Guardia Civil y la Policía Local, se personará casa por casa para que aquellos ajenos proveedores entregasen in situ las piezas 'capturadas' a sus verdaderos propietarios. Como fue natural, hicieron (hicimos) caso omiso y los bocatas realizados de aquellas grandes latas a la hora de la merienda fueron el alimento de la gran chiquillada o familiar durante meses. Muchos no hemos podido olvidar cincuenta años después aquellas desastrosas imágenes y qué aún guardo en la retina. Unos sucesos lejanos en el tiempo pero muy presentes en la memoria de los abderitanos.


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