Galasa lleva años perdiendo la mitad del agua que compra a Acuamed

De los 14 hectómetros que adquiere a la desaladora de Carboneras, solo 7 llegan a los grifos

Oficinas centrales de Galasa cuando estaban en Vera.
Oficinas centrales de Galasa cuando estaban en Vera.
Manuel León
23:39 • 24 abr. 2023

Existen unas comarcas almerienses -la del Levante y el Almanzora- donde se lleva años perpetrándose un ‘crimen’ de derroche de agua en la región más seca del continente. Es un magnicidio hídrico con el agua de la empresa pública Galasa cuya responsabilidad se diluye desde hace años entre los accionistas de la sociedad pública: Diputación, que tiene la mayoría del capital social (53%) y 23 ayuntamiento (47%). Mientras se resuelve el litigio administrativo de quién le pone el cascabel al gato -el arreglo de las tuberías- cada año, y van al menos cuatro, se pierden una media de 7 hectómetros cúbico anuales que van en crecimiento cada fecha que pasa provenientes de la desaladora de Carboneras.



La historia es que mientras buena parte de los ayuntamientos comarcanos responsabilizan a los gestores de Galasa, de la que forman parte, del despilfarro por no arreglar los numerosos escapes de las tuberías, desde la empresa pública que preside Javier Aureliano García,  entienden que la responsabilidad del estado de las cañerías es municipal. Es decir, unos por otros y la casa sin barrer; o lo que es lo mismo, unos por otros y perdiéndose cada año una pantaneta entera de agua desalada para el abastecimiento de los vecinos. Esta prodigalidad con el agua levantina ha provocado una complicada situación financiera de la empresa pública y que la sociedad pública Acuamed reclame en 2022 a Galasa 57 millones de euros de deuda, un supuesto débito no reconocido por la sociedad del Levante almeriense que presentó un contencioso por la subida de precios, motivado, según Acuamed, por el incremento de precios de la energía. De los 14 hectómetros que adquirió Galasa en 2022, según un documento interno de la sociedad, solo llegaron a los domicilios 6,2 hectómetros, el resto se quedó por el camino, por los escapes en una red en mal estado en la que abunda un material obsoleto como es el fibrocemento.



La que era una empresa modelo nacida en 1993, para muchos munícipes considerada como el mejor invento de la comarca, ha virado a una situación complicada como un barco que está siendo abandonado por buena parte de la tripulación. Vera dejó la sociedad hace años y también lo ha hecho Garrucha, Serón o Lúcar, entre otros, y Carboneras ha planteado también el rescate del servicio.



Hace unas semanas, el Pleno de la Diputación rechazó una moción del PSOE para instar a la Junta a pagar la renovación de las redes de abastecimiento en los municipios de Galasa, tal como se ha hecho en otros municipios del Poniente por una cantidad de 47 millones, similar a la estimada para paliar las fugas de agua en el Levante. El PP, sin embargo, se opuso por negarse el PSOE a incluir una enmienda reclamando al Gobierno de España el restablecimiento del caudal del Trasvase Tajo-Segura.



Según un documento interno de la sociedad pública, el municipio con más pérdidas y con peor rendimiento es Carboneras (28%), a pesar de estar al lado de la desaladora. El que menos escapes de agua de la red sufre es Los Gallardos con un 59% de rendimiento. Todos los pueblos tiran más del 40% de agua. Pertenecen a la red de Galasa Antas, Arboleas, Bédar, Carboneras, Cuevas, Huércal-Overa, Los Gallardos, Mojácar, Pulpí, Taberno, Turre, Zurgena, Albanchez, Fines, Laroya, Macael, Sierro, Somontín, Suflí, Tíjola, Lúcar y Urrácal. 






La decadencia de una idea brillante



La historia de Galasa -que nació con una dote de 1.500 millones de pesetas y 2.000 acciones en tiempos de Tomás Azorín- es la historia de una perpetua hostilidad entre las ilustres siglas políticas de la provincia; la historia de Galasa es la del más palpitante ejemplo de cómo las batallas entre bandos pueden acabar con una de las obras más ilusionantes del último siglo en una comarca tan mendiga de agua. Antes de Galasa, los alcaldes no dormían en verano porque no sabían cómo iban a dar agua para las duchas de los turistas; la historia de Galasa es la de manifestaciones, plataformas, coordinadoras que fagocitaron a unos alcaldes e invistieron a otros; la historia de Galasa es la historia de cómo, a veces, lo público no es ejemplo de nada; la historia de Galasa es la historia de cómo una idea brillante acumula cada vez mayor decadencia.


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