Níjar

La última tejedora de las ‘Aguirricas’ de Níjar

Isabel Soler es la cuarta generación de una saga de artesanos del telar tradicional

Francisco G. Luque
20:35 • 08 feb. 2022 / actualizado a las 08:59 • 12 feb. 2022

Con el incesante sonido de fondo de un tímido zapateado a compás, provocado por las maderas del telar en funcionamiento, Isabel Soler Hernández fabrica de forma artesanal tejidos que son auténticas joyas. Rodeada de hilos algodones y lanas, que ella misma baña en tintes naturales, da vida en el corazón de La Tienda de los Milagros de Níjar a piezas textiles preciosas, de la forma más sostenible y respetando la tradición que pasó de madres a hijas en esta localidad donde lo hecho a mano ha sido siempre una seña de identidad.  



Isabel lleva, a sus 58 años de edad, toda una vida dedicada a la artesanía. Lo lleva en los genes. Nacida en la parte alta de la villa, "la más pobre", según comenta, es la cuarta generación de una saga de tejedoras a la que todo el pueblo ha conocido siempre como las 'Aguirricas'. Bajo la atenta mirada de la torre, pasó una infancia entre antiguos telares, algunos de ellos con varios siglos de historia, y recogió el testigo de un legado artesano que inició su bisabuela, María Aguirre.



"Por ella y por mi abuela, Josefa García Aguirre, nos llaman las 'Aguirricas'. En la familia todas las mujeres eran tejedoras, hacían encargos para mucha gente, para los cortijos, donde era típico también hacer las jarapas con las sobras de la ropa y ponerlas sobre el colchón o como mantel", dice Isabel, que posiblemente sea la última de la saga familiar en trabajar en un telar, ya que las nuevas generaciones están más despegadas de estas labores tradicionales.



La nijareña asegura que "esto es una pasión, es imposible vivir de esto hoy en día. Voy vendiendo, pero los materiales son muy caros. Después de mí no va a seguir nadie, esto es muy sacrificado". Lleva 18 años en su actual taller del Callejón del Artesano, que era una vieja alfarería, aunque antes estuvo en el telar de su padre durante 15, donde aprendió, entre otras muchas cosas, los enhebrados árabe (Granada) y alpujarreño



Isabel tiene muy claro que este oficio está en peligro de extinción y ve como una buena salida la vía formativa, como por ejemplo una escuela taller, siempre y cuando las administraciones apostaran más por lo artesano. "Estaría bien que se usaran estos telares para hacer talleres para jóvenes, que no se pierda esta tradición y se fomente lo artesano, lo que está arraigado en esta tierra. Es una seña de identidad", comenta.



Hija del único hombre tejedor de la zona



La Tienda de los Milagros no solo es un ejemplo de artesanía y tradición, también lo es de sostenibilidad. Isabel usa algodón duro y lana natural, pese a que es muy complicado encontrar suministros en España. También hace los colores, usando técnicas de antaño con vegetales: cúrcuma, eucalipto, cáscara de nuez, cáscara de granada...



Durante una etapa confiesa que usó materiales químicos en dicho proceso, por probar. Fue trabajando con su padre Ramón Soler, uno de los pocos hombres tejedores reconocidos de alguna forma en la provincia de Almería. Y es que, como informa Isabel, "era un oficio de mujeres, aunque en lugares como Granada o Marruecos sí se ven muchos hombres en los telares".


Ramón dio clases de telar en la Escuela de Artes y Oficios, pero quitaron los textiles de las enseñanzas en dicha institución, algo que lamenta su hija. Opina que "hay que darle más valor a este oficio, porque históricamente ha sido mucho más importante de lo que se piensa para Almería".


Vuelve a recalcar que es consciente de lo difícil que es el oficio y vivir de ello, pero apuesta por fomentarlo en una parcela formativa, por lo menos para que no se pierdan las técnicas de toda la vida.


Ella ya nació con la sabiduría del enhebrado milenario incrustada en su ADN, le llegó por parte de madre y también de padre, un legado que disfruta cada día de su vida durante varias horas, pero que no podrá dejar de herencia a sus descendientes.


Estudiosa de la historia textil almeriense

Hace un tiempo, esta última tejedora 'Aguirrica' donó a Níjar para que pusiera en el museo un refajo de su abuela de más de cien años de historia y considera que "se guardan muy pocos tejidos históricos en Almería. En La Alhambra hay algunos". Durante años, Isabel se ha formado no solo en la práctica textil, también en la teoría, leyendo numerosas publicaciones sobre la historia de un oficio que tuvo mucho peso en tierras almerienses.


Pone el ejemplo de la Torre de Las Alumbres, esa fortificación que parece que está cerca de derrumbarse y que se encuentra ubicada junto al camino que lleva desde La Ermita a El Playazo de Rodalquilar. Se construyó en 1509 para la defensa de la mina que había cerca y de la que se sacaba un tipo de sulfato, el alumbre, "que curiosamente se usaba para dar más brillo y viveza a los colores de los tejidos". Según se cree, en esa torre llegaron a guardarse textiles que posteriormente eran cargados en barcos.


Las explicaciones de la tejedora nijareña hacen que cualquiera se pregunte por qué había tantas moreras por el Campo de Níjar. Puede que para criar a los conocidos gusanos de la seda en aquellos siglos donde manos almerienses, quizás, pudieron confeccionar las prendas de los sultanes.


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