Don Adolfo, el hombre que llegó a parecer eterno

Garrucha despide a su maestro y alcalde durante veinte años

Adolfo Pérez López, en su despacho municipal en 1988.
Adolfo Pérez López, en su despacho municipal en 1988.
Manuel León
09:10 • 14 ago. 2021

Hubo un tiempo en el que llegó a parecer eterno. Eterno en su despacho del Colegio Hispanidad donde se sentaba solemne con  con un teléfono de góndola rojo al lado, un calendario y un cartapacio de papeles sobre la mesa; eterno en su despacho del Ayuntamiento donde reinó durante cuatro lustros enteros -el récord en la historia de Garrucha- bajo una montaña de papeles perfectamente ordenados -tenía devoción por la letra impresa– bajo el retrato del  Borbón ahora exiliado a un emirato árabe, llegándole el rumor de las olas del Club Náutico y con la barra del Andalucía esperándole al lado a partir de las dos de la tarde.



Para los garrucheros parecía como si la era de Adolfo Pérez López (Cantoria, 1939-Garrucha, 2021) no fuese a acabar nunca, como un faraón de la III dinastía, como un Pirri o un Amancio del Real Madrid con el que tanto soñaba, así era don Adolfo, que se había convertido ya en una figura perpetua en el pueblo, como la chimenea del Calvario, como los bancos del Pósito. Fueron tantos años de gobierno en mayoría que parecía que el ciclo adolfista nunca iba a caducar. Todo lo que se movía en Garrucha -para lo bueno y para lo malo- pasaba por sus manos, por los plenos que presidía con una marcialidad romana. Y muchos niños que nacieron bajo su mandato, cuando Adolfo dejó la política ya eran hombres curtidos. Para bien o para mal -ya se verá con la perspectiva del paso del tiempo- diseñó la Garrucha actual a su imagen y semejanza durante la década de los grandes cambios, en los que salíamos de una Dictadura, del blanco y negro y la neftalina, para ingresar en una Democracia con una ilusión, con una alegría, con una emoción, que desde entonces no se ha vuelto a repetir en este país y en este pueblo. 



Tenía 82 años, don Adolfo, y aún mantenía un buen estado de salud. Una de sus rutinas era comprar todos los días el periódico en el estanco de la calle Mayor. Aunque nació en Cantoria, la vida de Adolfo Pérez se fraguó en Garrucha donde llegó en 1963 como maestro a las Escuelas Graduadas hasta jubilarse en el año 2000, siendo también director del Colegio Hispanidad. Cientos de hijos de Garrucha pasaron por sus clases de historia que era su pasión. Allí coincidió a lo largo de los años con entrañables maestros como doña Ursula, don Juan Martínez, don Ginés Moreno, don Diego Rodríguez, don Francisco Gómez Peralta, don Tomás, la señorita María Jesús o don Alfonso, entre muchos otros de una lista que sería interminable.



Adolfo Pérez López fue elegido alcalde de Garrucha en las primeras elecciones democráticas de 1979, tras suceder a Pedro Cruz, con el que también había sido concejal. Se mantuvo como primer edil del municipio hasta 1999 cuando voluntariamente decidió no seguir en la política activa. Fue también durante una legislatura diputado provincial. Empezó su andadura política con UCD (‘No dejes que el canto ría’ fue el emblema contra él en esa campaña electoral), después encabezó una lista independiente y por último fue alcalde bajo las siglas del PP, siempre saliendo victorioso en su cita con las urnas. 



Fue siempre un político vehemente, austero hasta decir basta, enfrascado en el logro de sus objetivos, luchador hasta la extenuación por lo que él consideraba justo para Garrucha. Nunca perdió unas elecciones y entre sus logros está el actual Malecón, santo y seña del pueblo, que urbanizó tras intensas negociaciones con el entonces ministro de Obras Públicas, Joaquín Garrigues Walker.



También lleva su firma la asignación de un término municipal para Garrucha en 1994 -'de río a río todo lo que veo es mío'- 130 años después de que la villa se segregara de su matriz Vera. Fueron años de luchas, de pleitos en los tribunales hasta que en El Parador se firmó un pacto entre los pueblos de Vera, Garrucha y Mojácar. También batalló por una playa para el Castillo, como compensación tras la construcción del nuevo Puerto Deportivo, pero eso no pudo conseguirlo. Llevó a cabo una ferviente oposición a la ampliación del muelle de carga de graneles sólidos del Puerto, junto a buena parte del pueblo, por considerar que perjudicaba los intereses turísticos y pesqueros del municipio.



Fue siempre Adolfo un torbellino, un hombre de ideas, más o menos acertadas, pero siempre defendidas con pasión por este personaje grande, de enorme vozarrón y caminar pausado, a quien ya no veremos más por las calles de Garrucha saludando a los vecinos. Nació en Cantoria, pero vivió y murió impregnado del alma garruchera. "Por Garrucha todo, sin Garrucha nada", solía rematar sus conversaciones. 





Temas relacionados

para ti

en destaque