Susana Díaz, más allá de San Telmo

Susana Díaz es una magnífica contertulia, con timbre calmado y sabia

Susana Díaz es una magnífica contertulia, con timbre calmado y sabia. Foto: Ricardo Alba
Susana Díaz es una magnífica contertulia, con timbre calmado y sabia. Foto: Ricardo Alba La Voz
Ricardo Alba
07:00 • 11 nov. 2018

Hay que cruzar un puente sobre el Guadalquivir, el puente de hierro más antiguo de España, para ir o venir de Triana a Sevilla y viceversa. Refieren los entendidos que en Semana Santa los costaleros aceleran el paso al cruzar este puente con el trono de la Esperanza de Triana a hombros no sea que, como cuentan leyendas, las aguas que trajeron a la Virgen se la lleven de nuevo.




Dicen que Triana es un barrio de Sevilla, aunque bien podría ser otro mundo dentro de Sevilla. Con decir que es el único lugar conocido dónde arreglan la barba con tijera, sin maquinilla eléctrica. ¿Es un arte o no? Y en lo medular de Triana: El Tardón, o sea, Triana dentro de Triana, “el barrio de donde yo soy, un barrio obrero, de gente trabajadora, que se tiene que pelear y trabajar mucho para salir adelante”. Susana sabe bien de qué habla.




No soporta bien el frío en invierno ni en verano el calor, así que llegado el momento del brasero Susana se planta el pijama, la bata y las zapatillas nada más llegar a casa. Y su chiquillo también, ella le está enseñando. En una mesita de la casa de Susana reposa un libro de pastas verdes. Tiene su historia. Es un libro que fue de…




‘Friends’ es su serie televisiva de cabecera, si bien, ahora, por el hijo, el asunto va de ‘Pocoyó’, y se ha visto “más de treinta y tantas veces la película ‘Coco’, la de Disney, porque a mi hijo le encanta, por supuesto ‘Peppa Pig, total, dibujos animados es lo que toca”. A ver Susana, permíteme el tuteo porque esto se queda entre nosotros, estás más delgada ¿verdad?, “he adelgazado mucho, pero en la tele sigo saliendo gordita”. Es que en la tele se aparentan cinco kilos más de lo que uno pesa. “O más”. Y se ríe. Hacía tiempo que no hablaba con ella, la noto tranquila. La conversación es fluida, amén de saltimbanqui debido a la torpeza de un servidor. Le pregunto por unas cosas, por otras, por todas, y a todas responde.




Hablamos de ¿cuántas horas duermes? “Pocas, no cumplo eso de las ocho horas, me acuesto tarde y me levanto muy temprano. Esto lo sabe muy bien mi equipo”, ¿el Betis?, “no, me refiero a mi equipo de trabajo, me dicen que los destrozo porque envío mensajes y correos electrónicos a horas totalmente intempestivas, trabajar conmigo..., intento portarme y respetar sus horas de descanso, pero cuando se me ocurre algo y me pongo a trabajar ya no vuelvo a coger el sueño, tengo ese defecto”. Vale, y cuando te despiertas ¿te miras al espejo? “Más que al espejo, miro el rostro de mis padres y cuando los veo orgullosos porque estoy actuando de manera honesta y decente que es lo que ellos quieren de mi y se sienten bien y orgullosos, ya con eso me da fuerzas para lo que haga falta”. Por un momento, uno cree ver un brillo especial en los ojos de Susana. Ella dice que dicen que es una mujer fuerte, aunque se le adivina un sentido entrañable en cómo concibe lo que hace y explica lo que expresa. Uno aseguraría que le gusta relacionarse con las personas y disfrutar de la compañía. Le gusta la gente y es de la creencia de que siempre se encuentra a alguien especial, que enseña, que escucha… ¿Será por que es la mayor de cuatro hermanas? ¿Será que vive los viajes intensamente? Puede, puede ser por esto, aunque lo más probable es que sea su actitud vital. Siempre con la mente abierta. Y también, por qué no, por ser una persona comprometida, respetuosa consigo misma y con la sociedad en su día a día.




A Susana, cuando de niña, le gustaba pintar, leer y “escribo poesía desde hace muchos años”. Calla en este punto, baja un poco la vista y se muerde ligeramente el labio como si hubieran pillado en falta a una chiquilla. Por favor, Susana, hazme la misericordia de contarme y va y me cuenta: “empecé en el instituto con un poeta argentino, Ángel Leiva, a conocer la técnica, a ser constante, y sólo publiqué con él un par de veces y con otros jóvenes de Triana y de Sevilla. Ahora únicamente escribo para mí. Me relaja. Pero todo tiene una explicación”. Uno siente que le van a desvelar algo trascendente, porque Susana, que también habla con las manos, teje arabescos en el aire, deja las palmas de las manos hacia arriba. “En mi casa no había enciclopedias y los libros llegaban de los abuelos o de mi padre. Cuando íbamos a comprar decía: Susana, cada mes puedes elegir un libro, entonces comprábamos la cesta de la compra y un libro. Pero, el primer libro que cayó en mis manos fue una antología de Machado que era de mi abuelo y que todavía la tengo, con las pastas verdes desgastadas y así empecé a leer mucho, me fui aficionando”.




Luego, después, conversamos de la imagen de la mujer “que se nos exige mucho en esta cuestión, creo que este peaje lo tenemos las mujeres. En el mundo de la imagen..., fíjate que antes me has dicho que he perdido peso. Yo procuro siempre que las personas no tengan una dependencia excesiva de la imagen, que intentemos mirar dentro, hay demasiada impostura, sobreactuación, vamos a ir más a la verdad, ¿no?”. Sí, es una magnífica contertulia, con timbre calmado y sabia. Y uno la cree. Susana, un placer.




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