La ermita de San Antón culmina su rehabilitación a falta del retablo

La ermita de San Antón culmina su rehabilitación a falta del retablo

Marta Rubí
20:01 • 13 ago. 2011
La falta de ayuda económica hace que para Carlos Fernández Revuelta, párroco de San Juan, en Pescadería desde hace años, la culminación de la obra de la ermita de San Antón haya tomado un sabor agridulce. Muestra el interior con satisfacción, porque ahora se podrá volver a utilizar. “Los vecinos tienen una especial devoción a San Antón y mucho cariño a esta ermita, donde antes se celebraban bodas y bautizos”, dice. Y sin embargo, le cuesta recordar el camino recorrido hasta ver las paredes blancas, las humedades desaparecidas y los techos de nuevo levantados: “Recuerdo perfectamente el día, el 3 de agosto de 2003, que se cayó el techo del edificio parroquial, ¡menos mal que fue por la noche y no había nadie!”. Ese mismo año comenzaron las obras para levantar un nuevo espacio que albergara los grupos de catequesis y los actos de la pastoral. La polémica se desató cuando el párroco decidió que el nuevo edificio tuviera dos plantas, por lo que los vecinos consideraban que estropeaba la vista de La Alcazaba desde la puerta de la ermita. Carlos Fernández señala entonces a la plaza que precede a la hermosa puerta de hierro, también nueva, y a la escalinata colindante al edificio, donde la parroquia también ha actuado: “Yo creo que la zona ha mejorado”. Sin embargo, el párroco confiesa que hubo “muchas críticas y pocas ayudas”. De hecho, la dificultad de reunir el dinero necesario ha sido la culpable de que la ambición que impulsó el proyecto inicial fuera mermando y los planes para realizar el edificio en piedra que imitara la de la ermita tuvieran que modificarse, según explica. “Ésta es una parroquia pobre, con mucho paro y con muchas necesidades”, dice el sacerdote y añade con tristeza que en muchas ocasiones “los vecinos vienen a Cáritas parroquial a solicitar ayuda” pero no hay fondos para atenderlos. La segunda parte de la rehabilitación ha querido restaurar el interior de la ermita para que pueda volver a ser utilizada. El sacerdote no creía que vería la obra finalizada pero agradece que se haya retrasado un año su jubilación y muestra las mejoras con orgullo. “Ya solo queda la iluminación y el retablo”, aclara, aunque tampoco sabe “cómo se podrá pagar”.
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