Soy alcohólico y hoy no he bebido

Los miembros de Alcohólicos Anónimos te miran con ímpetu sano, quieren hacer saber que la enfermedad del alcoholismo no se cura, pero se para

Asistentes a una reunión de Alcohólicos Anónimos donde comparten sus vivencias entre sí y se dan apoyo mutuo. Foto: Ricardo Alba
Asistentes a una reunión de Alcohólicos Anónimos donde comparten sus vivencias entre sí y se dan apoyo mutuo. Foto: Ricardo Alba
Ricardo Alba
19:14 • 03 feb. 2018

Es miércoles. Afuera, en un punto del Levante almeriense, la bruma humedece el cabello. Cada una de las personas reunidas en torno a una pequeña mesa repite la misma frase al saludarse, comienza la que hoy hace de coordinadora: buenas noches, compañeros, soy alcohólica y hoy no he bebido. Dan su nombre sin el apellido. No es necesario, como tampoco lo son las creencias, ni la procedencia, ni la clase, ni la edad, ni el género. Nada importa, el único requisito es el deseo de dejar la bebida. Uno de ellos lee los doce pasos. Otro, las doce tradiciones. Es el inicio de una reunión de grupo de Alcohólicos Anónimos.




En ningún momento me siento extraño allí. Hablan, se expresan, con absoluta naturalidad. Como si yo no estuviera. La reunión se desenvuelve como es habitual. En ciertos momentos, uno cree estar profanando lo más recóndito del alma de un ser humano. Es un sentir pasajero. Ellos, todo el grupo, lo ponen fácil, disipan tal sensación con delicadeza. Te miran con el ímpetu sano puesto en los ojos, quieren hacer saber que la enfermedad del alcoholismo no se cura, pero se para. ¿Enfermedad? Sí, enfermedad e inteligente, además. Y lo único que te salva de la enfermedad es reconocerla te dice una ex yonki, cocainómana, politoxicómana, cirrótica al borde de la muerte, y alcohólica que hoy no ha bebido.




La reunión continúa y sabes entonces que no se juzga a nadie, que un alcohólico se recupera cuando habla con otro, que no hay jerarquías en los grupos de Alcohólicos Anónimos, y que tienes un teléfono antes de tomar la primera copa. Y también después. Hablan sin interrumpirse, guardándose los turnos. Empiezas a notar tiritera en el tuétano. Llevo quince años sin beber. No quiere decir nada. Una cervecita y adiós. Supe que era alcohólico cuando necesité beber a primera hora de la mañana para poder funcionar. De complexión menuda, uno se pregunta cómo cabe tanta energía en este hombre que todos los días le pide a Dios que se haga hoy Tu voluntad porque si se hace la mía… El alcohol gobernaba su vida. Es alcohólico y hoy no ha bebido.




El calvario de su particular, de su íntimo Gólgota, no podía caminarlo solo. Buscó un cirineo de entre aquellos que en aquél entonces pudieran aligerar su cruz. Cayó dos veces en el alcohol, una para aceptar/disimular su condición sexual; la otra, para soportar el calvario de la muerte de su pareja. Y te suelta de golpe que no cambiaría el peor de los días de hoy por el mejor de los días de antes. ¿Quieres el café solo o con leche? Solo, gracias. Tomas un sorbo, abrasa la garganta. Agarras el vaso, algo de por muy adentro se derrite como chorretones de cera. Deja caer con rotundidad que Alcohólicos Anónimos me ha dado la vida. Es alcohólico y hoy no ha bebido. El grupo hace un descanso, algunos salen a estirar las piernas.




Antes de reanudar la charla se pasan de unos a otros una pequeña bolsa. En ella depositan la cantidad que cada uno quiere o puede. No pagan honorarios ni cuotas ni aceptan donaciones, estos conceptos no existen en Alcohólicos Anónimos, únicamente aportan para sufragar gastos como el café, sin ir más lejos. Apoya su barbilla entre las manos y vuelve a repetirte que tan sólo es preciso desear dejar la bebida para unirte a Alcohólicos Anónimos, que no hay obligaciones, que bebe desde su infancia para no ver lo que nunca debió de ver, que ya lleva 15 años sin beber, pero su hijo, alcohólico, no quiere y nadie puede obligarle. Así de fácil, así de duro. Es alcohólica y hoy no ha bebido.




Si no les parece una inconveniencia, háganme una misericordia: ¿cuándo y cómo se acepta que se es alcohólico? ¿Un rayo te tira del caballo como a San Pablo? Cada uno lo encaramos a nuestro modo y entender. No hay dos casos iguales. El compañero, lo dijo antes, supo que era alcohólico cuando necesitaba beber nada más levantarse de la cama por las mañanas. Yo nunca he estado borracho, pero bebía tanto que olvidaba volver a mi casa. Me llevaban. No creo en Dios, lo que fuera me hizo ver que había perdido el control sobre mí mismo. Hay quien no llega a verlo o no quiere verlo, así es la vida. Es alcohólico y hoy no ha bebido.




Finalizada la reunión, la conversación gira acerca de que la sociedad no es consciente del problema, del debate de si el alcoholismo es o no enfermedad, que sí lo es, de que la juventud se está matando, de las experiencias propias y ajenas. De tantas cosas…, de la existencia, de los fracasos, de los éxitos…, son alcohólicos y hoy no han bebido.





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