La alianza subterránea de Juan Lirola con López Rull

Los Depósitos centenarios de Santa Isabel se llenan de visitantes aprovechando su vaciado

Los singulares depósitos de Santa Isabel se abren a las visitas cada cinco años.
Los singulares depósitos de Santa Isabel se abren a las visitas cada cinco años. La Voz
Manuel León
23:54 • 20 mar. 2024

Cada cinco años se produce el milagro: Aqualia, la empresa concesionaria del agua en Almería, vacía  los depósitos de Santa Isabel y se obra el prodigio de poder ocupar un espacio en el que el agua corriente tiene la escritura vitalicia. Por eso, es el momento de que grupos de vecinos de la ciudad se organicen con ayuda de un guía para curiosear en esa estancia deshabitada y cuajada de humedad; un campo libre  y oscuro, alimentado por pálidas bombillas donde aparecen estructuras con arcos rebajados obra del eterno arquitecto Enrique López Rull. 



Los depósitos de Santa Isabel tienen más de 130 años de historia. Fueron construidos, en tiempos del alcalde Juan Lirola, en piedra de cantería en 1888, el mismo año que la Plaza de Toros, cuando toreó Lagartijo, como consecuencia de los nuevos ensanches de la ciudad burguesa, cuando los Orozco derribaron las murallas y la población empezó a crecer de forma exponencial. Ahí están esos depósitos, en dos cubos diferentes, huérfanos de los tres millones de litros que alberga cada vaso, que han sido desaguados para desinfectar la instalación con cloro y lejía. Es el agua que beben los almerienses de la zona centro, desde la Rambla hasta la Avenida del Mar, pasando por el Centro Histórico, en total para unos 25.000 habitantes. 



La ciudad de Almería tiene unos veinte depósitos como éste, pero éste es el más antiguo, el más acrisolado, el que vale como muestra del ingenio de López Rull, que lo dibujó a semejanza de unos aljibes árabes o de una mezquita. En sus muretes medran perlas de cal que lo mantienen sellado, como si fuera el verdín de una piscina. Este depósito vino a sustituir a fuentes legendarias como la de la Polka con orígenes en el siglo XVIII. Dispone el depósito de respiraderos en el centro de cada bóveda, equipados con sistemas de mosquiteras para impedir el acceso de mosquitos pero al tiempo que permite la ventilación impidiendo la condensación de agua en los techos. Se llena de agua este depósito a través de una gran arteria que une los depósitos de San Cristóbal con la Pipa Alta con agua ungida en los pozos de Bernal y en la Desaladora. 








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