Una investidura con ojos de madre

Mar Agüero fue la primera en llegar al Maestro Padilla, quizá buscaba tranquilidad

Mar Agüero mandando un beso a su hija en el atril
Mar Agüero mandando un beso a su hija en el atril Marián León
Lola González
18:58 • 17 jun. 2023

Fue la primera en llegar. Sabedora de que los nervios están a flor de piel  en esos días en los que lo efímero de los votos se transforma en responsabilidad, quizá buscó la tranquilidad y el silencio del interior del auditorio y no tener que pasar por encuentros emocionantes antes de tiempo. Mar Agüero, madre de la protagonista de la jornada, política de raza que durante años defendió los postulados del PP allá donde el partido la colocara, llegaba acompañada de su marido, José María Rosell, y tomaba asiento. Fue llenándose el público y llegando la familia, los amigos, los representantes institucionales pero ella mantuvo la calma sin perderse detalle del desarrollo del pleno.



‘La madre de la artista’ estaba más tranquila en este estreno que en el debut de hace nueve meses o que en la ratificación de su hija como la protagonista del espectáculo político municipal durante cuatro años más. Eso es así. Todo fluía sobre el escenario y eso la tenía tranquila, incluso cuando el secretario general del Ayuntamiento de Almería le advirtió a Antonio Ruano, concejal del PSOE, que “solamente puede meter una papeleta” en la urna para elegir alcaldesa. Quizá tendría que habérselo dicho también al que no puso ninguna y su voto acabó siendo nulo, pero claro, ¡quién lo iba a saber!



Sin sobresaltarse estuvo incluso cuando Adriana Valverde en su función de directora de la orquesta municipal se equivocó y, siguiendo el guion que tenía delante, dijo que María del Mar Vázquez no había conseguido la mayoría absoluta. Nada, anécdotas para contar a los nietos.






Con esa sonrisa nerviosa y orgullosa que se nos ponen a las madres, miraba Agüero a su ‘heredera’ mientras aplaudía cómo cogía el bastón de mando y ponía medallas. Hasta ahí todo bien. Pero claro, llegó el momento del discurso como alcaldesa y... ¡tachán!, dos lagrimones recorrieron su cara y le lanzó mil besos al atril mientras escuchaba a su hija decir: “el mejor elogio que me puedan hacer en la vida es decirme que me parezco a mi madre. Pero qué más quisiera yo, mamá”. Como para no llorar.



A partir de ahí ya llegó el revuelo, y le perdí la pista entre fotos de concejales, compañeros periodistas intentando hacer entrevistas, abrazos de familiares y amigos con los recién nombrados como concejales del Ayuntamiento, esos selfies con los ediles que se han marchado o que se van a marchar... Una liada en toda regla. Pero en medio del follón, en una pequeña burbujita, se daría ese momento del abrazo de política a política, entre madre e hija.





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