Puticlubs de Almería: Del 7º Cielo al Volcán

La gran eclosión de clubs de alterne de lujo que se vivió hace 20 años en Almería es historia

El histórico Club Chapina de se había convertido en los últimos años en el ‘7º Cielo’.
El histórico Club Chapina de se había convertido en los últimos años en el ‘7º Cielo’. La Voz
Eduardo de Vicente
20:30 • 11 jun. 2022

Teníamos un barrio pobre donde las mujeres hacían guardia en la puerta de las casas mostrando la mercancía a todo el que pasaba. La mayoría de las viviendas no tenían agua potable y para lavar a los clientes había que bajar al caño de la calle de la Viña y llenar los cubos.



Era un barrio de perdedores, de mujeres que no tenían otra salida que vender su cuerpo para sobrevivir, de chulos de cadenas de oro y tabaco rubio que se pasaban el día en las tabernas de la Plaza Vieja esperando el reparto o  jugando a las máquinas tragaperras en un bar. 



Era un negocio que languidecía en los días de diario cuando vivía de los clientes de pueblo que aprovechaban el viaje a la capital para vivir nuevas experiencias, y que florecía con esa primavera que llegaba todas las semanas con los reclutas que bajaban del campamento cargados de testosterona y con veinte duros en los bolsillos.



Los tiempos fueron cambiando y cuando el barrio de las Perchas se quedó encerrado en la miseria nació una forma de prostitución más organizada, las llamadas cafeterías. Nacieron como cafeterías, pero dentro de aquellos locales no se despachaban ni cafés mañaneros ni porras de churros. Eran cafeterías crepusculares, que abrían cuando empezaba a caer la tarde, anunciando con sus luces rojas que detrás de la puerta y de aquellas cortinas pasadas de moda se escondía algo más que la barra de un bar. Allí, recostadas sobre la barra, sentadas sobre  los solitarios taburetes, aparecían las mujeres que le daban sentido al negocio, aguardando a que llegara algún cliente con los bolsillos bien cargados. Algunas eran muchachas que se buscaban la vida de barra en barra, y otras, tal vez la mayoría, eran mujeres  maduras, que parecían mayores por la mala vida: el tabaco, el alcohol, la madrugada, el oficio...






Aquellos negocios prohibidos atraían por sus nombres sugerentes: el Siroco, el Nebraska, el Yuta, el Cisne de Oro, el New York. El Zapillo tuvo también sus cafeterías en aquellos tiempos. Fue muy célebre el Edén, y ya en los años ochenta La Gata Negra y el Misisipi, que llegaron a competir con el Hoango, que era una sala de fiestas lo mismo que el mítico Chapina, pero donde también había mujeres, una barra donde alternaban con los hombres  y unos reservados a media luz.



Para los que querían algo más sofisticado nació la sauna Marfil, más conocida como ‘la Pepa’, junto a la bolera de Aguadulce. Fue el gran puticlub de los años ochenta y noventa, el escenario donde se remataban muchas comidas de negocios. Un lugar de mujeres espectaculares y clientes de la alta sociedad. Por sus rincones pasaron políticos, empresarios de alto standing, grandes personajes de la cultura y hasta célebres futbolistas de la época.



La prostitución empezaba a cambiar. Los clubs decadentes de carretera habían pasado de moda y se imponía un nuevo negocio multicultural y más exigentes, que tocó su punto álgido a finales de los noventa cuando empezaron a llegar ‘las rusas’. Los pisos y los clubs de lujo florecieron por todos los rincones. Hasta en el Paseo, en el piso del Banco de Bilbao, se instaló  un lujoso puticlub con el nombre de ‘El Séptimo Cielo’. 


Junto a la Plaza de San Pedro abrieron la ‘casita blanca’ y en la calle Solis reconvirtieron un caserón señorial en una casa de citas de alto standing donde cada habitación representaba a una ciudad. Aquel invento fue bautizado con el nombre de ‘El Carmen’ y en el poco tiempo que estuvo abierto dejó huella por sus lujosas instalaciones donde no faltaba el baño con jacuzzi, donde se remataban las fiestas.


También pasó a la historia por su opulencia el puticlub más famoso de la provincia en aquellos años: El Volcán, que abrió sus puertas en  la rotonda de el Parador, al lado de un banco para que no hubiera que dar muchas vueltas antes de entrar. Si aquellas paredes hablaran cuántos matrimonios se hubieran deshecho antes de la boda. Allí, en las infinitas dependencias de El Volcán, se organizaban las más ostentosas despedidas de soltero que se recuerdan.


Quién hubiera imaginado que apenas veinte años después todo aquella tramoya de luces rojas, jacuzzis y mujeres de todas las nacionalidades se hubiera disuelto como si no hubiera existido nunca. Los puticlubs que han seguido en pie después de la pandemia se ven acorralados ahora una nueva ley.


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