Labios como fantasmas

Mascarillas’ de Antonio Jesús García, es un análisis fotográfico de la pandemia

Foto de la serie \'Mascarillas\', de Antonio Jesús García.
Foto de la serie \'Mascarillas\', de Antonio Jesús García.
Jacinto Castillo
07:00 • 20 jul. 2020

La sugerencia emocional depende tanto de los labios que al desaparecer la mayoría de ellos de  las calles se corre el riesgo de que acaben perdiendo su poderosa capacidad significante. Qué solo perduren en las fotos atropelladas que pueblan las nubes sin lluvia del mundo digital.



Los labios son el significante de las ideas y las emociones según el fotógrafo, el poeta y el mendigo que son quienes dependen muchas veces de los caprichosos e inesperados arrebatos  de los labios. Incluso, llegado el caso, los labios son puro significado. Acto puro, potencialidad resuelta en un tímido chasquido, en un prometedor pliegue que puede recordar un beso o una despedida. Son expectativa y esperanza. 



Pero, ahora la calle ha perdido la mayoría de las sonrisas, de las palabras susurradas, de las expresiones de los labios entreabiertos, de los gestos crispados y de toda esa prosodia labial de los saludos ya sean obligados o deseables.



Sin labios, la calle. La ciudad. Casi sin labios las aceras y las plazas. El fotógrafo se oculta tras la mascarilla y deja que esa ausencia de labios cuente lo que los labios no pueden contar.  Detrás de cada mascarilla palpitan labios que no pueden expresar nada, que se tragan sus propias palabras. 






Y sus propias sonrisas que, en muchos casos, son el mejor discurso que unos labios pueden ofrecer en el discurrir de la calle. No hay ya tantas sonrisas como necesitamos, de modo que las miradas se quedan con todo el trabajoso esfuerzo de contar lo que les pasa a los actores y las actrices de esta comedia continua que son las calles de cada ciudad. De esta, al menos.



Labios



Vicente Aleixandre quizás reescribiría ahora su excelso poemario ‘Espadas como labios’. Quizás ahora titularía “Labios como fantasmas” un nuevo e imaginario collar de poemas  y después se marcharía lejos a recordar los labios más amados, los mejor descritos en sus versos.


Hay quien piensan que todas las horas transcurridas sin las calles pobladas por labios podrían desencadenar la extinción de la especie. Pero es solo un amago irónico contra el pesimismo, que es la religión del siglo XXI. 


Este inefable siglo marcado por una especie de creencia  politeísta la cual dicta dogmas que obligan a amar a los perros, a las bicicletas y a las máquinas de fitness por encima de todas las cosas. Pero al fotógrafo se le ha quebrado la fe a través del objetivo y ahora busca ángeles sin labios para salir adelante. 


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