Almería en los tiempos del covid-19 (XXX): Apariciones y desapariciones

ET El extraterrestre es el icono de una campaña de publicidad inmobiliaria ofreciendo casas, en una oficina de la Plaza de la Virgen del Mar.
ET El extraterrestre es el icono de una campaña de publicidad inmobiliaria ofreciendo casas, en una oficina de la Plaza de la Virgen del Mar.
Manuel León
07:00 • 22 abr. 2020

Llevaba varios días pensando en que cada vez me cae peor ET, aquel bicho extraterrestre de los 80 que se sacó de la manga Spielberg, siempre apuntando con el dedo hacia arriba y balbuceando “Mi casa, teléfono, mi casa”. Ninguna cadena de televisión se ha atrevido estos días a programar la película. Sería, en estos tiempos tan deliciosamente hogareños, como mentar la soga en casa del ahorcado.



Llevaba, como digo, un tiempo con la imagen de ese gusarapo en la cabeza, cuando al pasar por la Plaza Virgen del Mar tuve una aparición: allí estaba el mismo ET  en persona, retratado en el escaparate de una oficina inmobiliaria, con su cuello largo, con su cara arrugada y advirtiéndonos con chulería, como riéndose de nosotros, que lo que más necesitamos ahora es "una casa".



Si por algo se está caracterizando precisamente este nuevo tiempo es por las apariciones y por las desapariciones, por cosas que han entrado en nuestra vida y por cosas que han salido. Parecía que no podíamos vivir sin fútbol los domingos, sin Messi, sin Benzemá y ya ni nos acordamos de ellos. Parecía que no seríamos nada sin nuestro vino del mediodía, sin nuestro café de las cinco, sin nuestra excursión de fin de semana y aquí estamos. Han desaparecido también las colas en el cine y en los centros comerciales, han desaparecido las bodas, las comuniones, las discusiones de los jubilados en el Torres Bermejas y tantas cosas más.



Y ha habido notables apariciones que han pasado a ser como de nuestra familia: Manolo de la Calva y Ramón Arcusa, Fernando Simón (a quien todos queremos contarle un chiste a ver si por fin se ríe), el repostero que todos llevamos dentro o la mampara que viene, que aún no ha llegado, pero que llegará. Si uno tuviese que invertir en Bolsa, yo apostaría por un sector como el de las mamparas de Membrives. Se necesitarán por miles este verano, para el bar, para el restaurante, para el chiringuito, para la playa, seremos “hombres y mujeres mampara”, quizá las haya desmontables y portátiles y caminemos con ella puesta por el Paseo Marítimo, como con un tonel cuando uno lo pierde todo al póquer, saludando al personal. Por cierto, cómo nos enfrentaremos a los amigos y conocidos cuando salgamos, si es que lo hacemos, qué haremos si a las primeras de cambio un vecino, un compañero de Cofradía o de Peña flamenca se te tira al cuello a abrazarte de emoción, ¿haremos la cobra? Lo digo porque el momento llegará y mejor  es llevar preparada una estrategia.



Los niños están de enhorabuena. Se van contando por Instagram, unos a otros, como en una fila de la Mili, que el 27 ya pueden salir. Va corriéndose la voz y he sorprendido a los míos haciendo planes como si se fueran de picnic. Si hay algo a lo que no se le pueden poner puertas es a la ilusión de un niño. Y cómo cambia la escala de valores: hace unas semanas no se emocionaban por menos de un iPhone y ahora les brillan los ojos por el simple hecho de volver a la calle, aunque solo para los de hasta 12 años. Imagino ya a algunos con pelos en el bigote y la barba diciéndoles al policía: “Que tengo doce años señor agente, se lo juro”.






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