“Vícar es un lugar perfecto para establecerse como ser humano”

Entrevista a Ángel Berenguer, catedrático jubilado de Literatura

Ángel Berenguer Castellary es hijo de la familia que regentó la confitería La Flor y Nata, en la calle Mariana
Ángel Berenguer Castellary es hijo de la familia que regentó la confitería La Flor y Nata, en la calle Mariana La Voz
Fina Martín
22:00 • 08 abr. 2020

Se crió en la calle Mariana. Siendo estudiante en París participó en las protestas de mayo del 68, luego en las de Berkeley. Es un transgresor que fue profesor en la Sorbona, en la Universidad de Nueva York, y en infinitos lugares del mundo intelectual. Ahora vive en su casa de Vícar en una etapa que él denomina “seniority”




¿Qué recuerdo guarda de su infancia?



Me crié en la calle Mariana. Por un lado, teníamos a los Puga, los Cortés, los Ramos, los Fernández Revuelta... hijos de comerciantes de clase media; por  encima de la Plaza Vieja, el barrio de Las Perchas, donde estaban los hijos de las prostitutas, y un poco más arriba los hijos de los gitanos.



 ¿Era un mundo de juegos?



Y de pedradas (ríe), pero no era un mundo violento ni discriminatorio. De pronto me di cuenta de que la gente que se definía diferente, a mí no me lo parecía, y eso fue desde pequeño. Luego cuando fui al colegio allí se establecieron unas normas de ruptura que a mí no me gustaron mucho.



 ¿Era muy observador?



Desde pequeño estás mirando las cosas a tu alrededor. Yo quería irme de aquí, sobre todo en la época de Franco donde no había muchas perspectivas para el tipo de trabajo intelectual que yo quería hacer. Entonces me fui a París con una beca del gobierno francés.



Del mayo en el París del 68 a las protestas de Berkeley.

En ambas participé activamente. En París estuve con el mejor profesor de teoría cultural en la EPHE, Lucien Goldmann, un rumano judío con el que hice la Tesis sobre Fernando Arrabal. 1968 fue un año importante en mi vida. Me casé con Joan, sin la que mi vida habría sido diferente. Madre de mis hijas y abuela de mis nietos es, además, mi compañera profesional, familiar y social.


¿En París sintió la soledad alejado de Almería?

Nunca me he sentido solo. Había una canción de Georges Moustaki, Le Métèque. Todos éramos 'métèques'. No me puedo quejar de mis años en Francia, aprendí casi todo. Vivíamos en un mundo intelectual donde imperaba la creatividad, pero los obreros españoles y la gente que iba allí como emigrantes sí que lo pasaban mal. Por eso ahora cuando veo lo que pasa aquí, con actitudes racistas adoptadas por individuos cuyos padres y madres emigraron a Francia o Alemania, me entristezco. No se dan cuenta que quienes llegan a nuestras costas empujados por el miedo y la miseria, vienen a intentar lo que sus padres consiguieron en Europa. Todas las personas somos iguales. Que salgan de una patera o de la corte del rey. “Life is a hard road to travel, I believe”.


¿Usted qué tiene que ver con su libro de poemas Calamarga?

Era en mi época de París, muy bohemia. Empecé a pensar en Almería vista desde París. No me interesaba la poesía descriptiva y emocional de la Almería “ciudad donde el sol pasa el invierno”. Me interesaba su condición de ciudad atrasada y descuidada por la dictadura: por eso lo llamé 'Calamarga'.


Ahora que estamos en tiempos de sequía, usted decía en Calamarga “más agua y menos despedidas”

En la época de Franco había unos carteles en las carreteras que ponían “Más agua”, “Más árboles”, para que cuando Franco pasara viera que Almería era un territorio sediento y abandonado. Pensé que el agua era necesaria para que esta provincia se desarrollara, pero también para que hubiera 'menos despedidas', porque yo me encontraba almerienses por todo el mundo.


Dígame un refrán que se repita con frecuencia en Estados Unidos.

Never say never; nunca digas nunca, porque, finalmente esa es la historia de la humanidad. Si no avanzas y te paras, te hundes, y las culturas que se quedan paradas... 'camarón que se duerme se lo lleva la corriente' (se ríe).


¿Se ha caído muchas veces en sus emprendimientos?

Pues sí, porque la vida te la tienes que hacer tú. Yo no vengo de ningún ambiente que esté relacionado con mi carrera. Mi padre era un hombre trabajador que tenía una confitería (La Flor y Nata). Era una de las pocas buenas personas que he conocido y un hombre para nada intelectual; una persona que me inculcó una cosa importante: “Nadie va a hacer lo que tú tienes que hacer”. Esto, unido a la imaginación que tenían mi madre y mi abuela que eran dos poetisas, que me crearon un mundo imaginario muy fuerte.


Regresó a España en 1992 como Catedrático de Literatura en la Universidad de Alcalá de Henares.

Desde esta universidad he formado a profesores que hoy trabajan en todo el mundo desempeñando una labor primordial en la cultura y en la educación.


 Actualmente está trabajando en el campo de la investigación de nuevos elementos para comprender la producción cultural.

Se llama “Teoría de métodos y estrategias”, el ser humano reacciona a un motivo exterior. En el universo los cuerpos actúan de una manera organizada hasta que hay un elemento que interfiere. Nuestro entorno funciona así desde que naces hasta que te mueres. Hay elementos buenos y malos, y tú respondes con estrategias. 


Próximamente va a publicar en Estados Unidos 'El análisis teórico de la tragedia'. Un tema duro, ¿no?

En cierto sentido es una reflexión teatral sobre la vida. Todos estamos aquí haciendo un camino en cuyo final hay una gran interrogación: todo se termina. La tragedia es la angustia que produce al ser humano confrontar su destino mortal para el que no tiene explicación. Las religiones son formas simbólicas que nos permiten no confrontar una verdad incómoda: la muerte.  


 ¿Escribir este artículo ha cambiado su idea sobre la vida?

Es una forma de responder a preguntas que ya me hacía desde mis primeros escritos. En cierto modo las ideas no son algo que se te ocurre, cuando las encuentras ya te acompañan toda la vida. Van creciendo y evolucionando pero siempre te acompañan. 


 Hábleme de su “Vícar florido”.

Para mí Vícar es el lugar donde yo quiero estar la mayor parte del tiempo que me quede. Mi casa tiene muchas ventajas. Es un sitio tranquilo, silencioso y natural;  los vecinos son gente cordial, inteligente y amable.


 ¿Por qué ha denominado “seniority” a su etapa de júbilo en Vícar?

Me he dado cuenta de que la gente tiende a no querer aceptar el paso del tiempo. Quiere tener la edad que le parece más perfecta, pero el tiempo pasa. Cuando ha terminado oficialmente tu vida productiva, aparece otra etapa. Llegan los momentos en que quieres estar en un ambiente agradable rodeado de tus libros, tus recuerdos y la naturaleza. No tener tensiones constantes. Vícar es un lugar perfecto para establecerse como ser humano en un proceso de liquidación de tus cuentas con la vida.


 Yuval N. Harari dice que la medicina del siglo XX aspiraba a curar enfermos y la del siglo XXI a mejorar a los sanos.

Uno de los avances de la civilización ha sido identificar enfermedades. Ahora nos hemos dado cuenta de que el Alzheimer siempre ha existido, pero como era “cosas de la abuela”, nadie le hacía caso. Una persona, en mi opinión, completamente sana, consigue equilibrar sus impulsos con su cerebro. La racionalidad es el verdadero progreso humano. 


 ¿El término felicidad existe en el concepto que da de él la RAE?

Yo creo que la felicidad en abstracto no existe. Una persona está feliz o no lo está. La felicidad, en cierto sentido, nos la construimos nosotros. Es un conjunto de decisiones que tomamos, unas acertadas y otras no. En mi opinión, la felicidad es el resultado de haber tomado mayor cantidad de decisiones acertadas que erróneas. Nadie nace feliz o desgraciado, construye su felicidad o su desgracia.

Como dice la canción “Country”, “la vida es un camino difícil de viajar”.  


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