Las bodas de oro de “un cura bueno”

Francisco Salazar celebra 50 años de sacerdote

Francisco Salazar, en su misa de bodas de oro.
Francisco Salazar, en su misa de bodas de oro. La Voz
Álvaro Hernández
07:00 • 14 oct. 2019

Nacer en la Catedral debe ser, sin lugar a dudas, algo que marque de por vida. Y decir “nacer en la Catedral” no es un eufemismo que haga referencia a un nacimiento en el barrio en el que se encuentra el primer templo de la Diócesis, no: Francisco Salazar nació en el hogar familiar, la casa del campanero de la torre de la Catedral, cuya puerta daba a la propia plaza.



El hijo del campanero de la Catedral celebraba este fin de semana sus bodas de oro en la que ha sido su última parroquia, la iglesia de Santa Teresa.



“Me puse hecho un flan”, confesaba Salazar en declaraciones a LA VOZ. La suya con Dios es una relación que dura ya 75 años siendo 50 de ellos de trabajo directo con la Iglesia.



“Le debo mi vocación a la Virgen”, sentencia claramente este sacerdote de aspecto serio y estricto que esconde, en realidad, la figura de un hombre bueno y servicial dispuesto siempre a un buen rato de conversación y recuerdos.



“Cuentan que, siendo yo pequeño y apenas sin saber hablar, yo decía que quería ser señor obispo”, bromea. Y todo empezó en su propio bautizo: “El vicario Rafael Ortega Barrios me ofreció a la Inmaculada del trascoro de la Catedral para que fuera ‘un buen cura’; una cosa ya se ha conseguido y, para la otra, estamos en ello”, cuenta.



La donación



En el inicio de su carrera hay un misterio que roza lo místico y que Salazar no ha sido capaz de desentrañar: si él es sacerdote hoy es gracias a la donación de alguien desconocido.



El hecho de que la suya fuera una familia compuesta por ocho hermanos hacía que los recursos fueran ajustados. “Pero un alma caritativa costeó mis 12 años de estudios y jamás la conocí: pagaba en el Seminario pero a nombre de mi padre; no quería que conociese su nombre”, rememora agradecido hoy este sacerdote almeriense.


El 11 de octubre de 1969, don Francisco Salazar era ordenado sacerdote siendo obispo Ángel Suquía.


A partir de ahí, años y años trabajando por la provincia y recorriendo kilómetros como buen pastor cuidando de los distintos pastos de su rebaño: en Paterna del Río y Bayárcal, en Uleila del Campo y Benizalón, en Olula del Río y Fines, en Urrácal, en Níjar, en Carboneras, en Aguadulce y también en la capital ha estado Salazar: en las parroquias de San Francisco de Asís, San Ildefonso y Santa Teresa conocen bien a este cura que sorprende a muchos en su manejo tecnológico.


En su despacho, con su ordenador y su impresora, ha abierto expedientes de innumerables matrimonios y es aficionado a la mecánica y a la electrónica desde la juventud: de hecho, en aquellos años de párroco en Paterna del Río fueron muchos los coches que él mismo arregló ante la ausencia de un taller en 40 kilómetros a la redonda.


Pero, sobre todo, echando la vista 50 años atrás, Francisco Salazar es un hombre de Dios, dispuesto a ayudar y con una cosa clara: “En una parroquia jamás me oirán decir ‘Aquí mando yo’”, dice.


Ahora deja la vida parroquial, pero para nada dejará de ser “un cura bueno”. En Manos Unidas, en otras parroquias confesando y echando una mano y en más lugares de la Diócesis, Salazar seguirá cumpliendo años con Dios.


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