Una cuadrilla de ‘albañilas’

No es habitual pensar en el oficio de albañilería y que te vengan nombres de mujer a la cabeza

De izquierda a derecha: Encarni, Mª Francisca y Ghane.
De izquierda a derecha: Encarni, Mª Francisca y Ghane. La Voz
Mar de los Ríos
07:00 • 21 jul. 2019

Y las he encontrado en el Plan de Fomento de Empleo Agrario. Ellas son Encarni, María Francisca y Ghane. Para contactar con ellas me dirijo a uno de los arquitecticos técnicos que gestiona la contratación desde Diputación Provincial, Juan Bretones, quien me proporciona los antecedentes necesarios para entender el perfil femenino de las peonas de albañilería.



El Plan de Fomento del Empleo Agrario (PFEA), es un plan de subvenciones dirigidos a los ayuntamientos, que sirven para fijar la población de los pueblos de interior, con inversiones en obras que mejoran los equipamientos e infraestructuras en el mundo rural y que suponen la contratación de trabajadores eventuales agrarios o de albañilería. Y estas contrataciones se nutren del Servicio Andaluz de Empleo para quienes cumplan un perfil socioeconómico específico y así acceder al subsidio especial de desempleo. Es decir, con un mes de trabajo al año se completan las peonadas necesarias para cobrar esta ayuda que ronda los 450 euros mensuales. 



Ser mujer en obra



Juan Bretones lleva diez años gestionando la contratación de este sector por toda nuestra provincia y me subraya la perspectiva femenina del trabajo de estas empleadas en cuanto qué han implementado al sector: Son infinitamente más ordenadas y detallistas y eso se nota mucho en la obra. Los accidentes laborales, por ejemplo, dependen mucho del orden. Me nombra como muestra a las mujeres de Bayárcal como trabajadoras infatigables y muy buenas. Me sigue contando que, a todos los contratados se les forma como peones, es decir, ayudantes de obra en labores de acarreo y de  acopio de materiales necesarios, siendo los más duchos los que acaban haciendo trabajos de oficial de segunda, o sea, que asumen las habilidades y la responsabilidad de colocación de revestimientos y terminaciones.



Y este suele ser el caso de las mujeres y desde luego es el caso de nuestras protagonistas de hoy. Le pregunto a Juan si en general ellas tienen ambición de aprender para ser oficiales de primera y saltar de esa manera a la construcción con el objetivo de ser susceptibles de poder ser contratadas a tiempo completo en una empresa para salir de este régimen de Fomento del



Empleo Agrario 



Ello supone progresar en la escala de la construcción y yo entiendo que en el camino de la independencia económica. Me contesta que puede suceder, pero que por lo que él conoce no es lo habitual. En Almería a él todavía no se le ha dado el caso. Le pregunto sobre si han contratado alguna vez a embarazadas y me dice que sí, que han tenido algunos casos y que se les busca tareas que puedan cumplir sin problemas. También me interesa saber si a las mujeres se las pone a todas en la misma cuadrilla o se las mezcla con sus compañeros. Juan me argumenta que depende, pero que en general él analiza cada obra y decide según las vea. Si comprueba que ellas trabajan más a gusto las tres solas, las pone solas, aunque subraya que sus compañeros las acogen sin problema en equipos mixtos. En definitiva, en este sentido el ambiente laboral es el que manda en cada caso.



Y ya las tengo delante. Me presento a la cuadrilla de las tres chicas. Les comento que ahora mismo son exóticas en cuanto que no se ven mujeres peonas en las obras de este país y que por eso son un ejemplo y un perfil que queremos conocer. Se ríen a carcajadas, se tapan la boca con la mano en señal de sorpresa y comenzamos a hablar tímidamente.


María Francisca lleva 20 años en este régimen del que la llaman cada uno o dos años. Encarni lleva 15 años y Ghane es la primera vez que trabaja en la construcción. Me cuentan todas que una veces las llaman para la agricultura y otras para albañilería. Encarni tiene un perfil parecido a su compañera María Francisca. Ghane es la más joven, es marroquí, aunque me dice que lleva viviendo en Almería 14 años en el barrio de El Puche. 


Entonces, chicas, ¿el trabajar en albañilería viniendo del campo os ha enseñado otro oficio que no sabíais?

Mª Francisca: Claro, ahora servimos un poco para todo. Aquí hemos aprendido trabajos de albañilería, de colocación de pavimentos, o de relleno de tierras…


¿Qué notáis vosotras como mujeres que habéis introducido en las obras?

Mª Francisca: Ellos tienen la idea de hacer las cosas de una manera. Como tienen fuerza aprenden a hacer las cosas así y la repiten siempre igual haga sol, llueva, truene…, lo hacen siempre igual. Nosotras no tenemos tanta fuerza y le damos más vueltas al trabajo. Además nos organizamos más y cambiamos el método según haga calor, frio…


Ya, que tenéis en cuenta las variables del día que vais a enfrentar y os adaptáis a ellas. Me ha dicho Juan que sois muy ingeniosas y que habéis inventado un método nuevo para rellenar con mortero de cemento las llagas de los bordillos que acabáis de  colocar en un jardín. Contadme eso.

Encarni: He sido yo. Pues teníamos que rellenar las juntas de unos bordillos muy grandes, como los de las rotondas, y se me ocurrió hacer como una especie de manga pastelera con una bolsa de plástico. Metíamos el mortero dentro de la bolsa  y cortándola por una punta, salía directamente la mezcla a la junta sin manchar.


¿Las mujeres trabajan más en equipo o en solitario?

Mª Francisca: Nosotras trabajamos más en equipo. Los hombres van más a lo suyo y no necesitan a nadie. Nosotras nos apoyamos mucho.


Por ejemplo, si os toca estar trabajando y se diese el caso de estar en sitio donde no hubiese servicio para hacer vuestras necesidades, ¿Lo resolveríais en equipo?

Mª Francisca: Claro, nosotras nos juntamos, una vigila y las demás… (Se ríen) no hay más remedio. Ellos no necesitan a nadie. En general nosotras sí.


Me dirijo a Ghane, ¿hay algo que te gustaría cambiar en el trabajo? Tú, por ejemplo, llevas pañuelo para trabajar y además estás atravesando el Ramadán (me lo apuntan las compañeras)

(Ghane ríe todo el rato) No, todo va bien. Tengo más calor, sí, pero no pasa nada, todo va bien y aunque esté ahora en el Ramadán no me mareo. (Es  finales de mayo cuando conversamos)


Pero no puedes comer hasta las 9.30 de la noche. ¿Si te mareas puedes ese día beber agua, por ejemplo?

Ghane: Sí, puedo, pero no me mareo. No me pasa, todo muy bien.


Juan me decía que en este sistema de contratación él elige los oficiales de primera, es decir los que dirigen el trabajo y tienen la máxima responsabilidad en el  tajo y ganan más sueldo, claro, pero que en esas listas que se les facilita desde el Paro no hay mujeres como oficiales de primera que hayan trabajado en ese campo en la construcción en empresas privadas ¿Os gustaría ser oficiales de primera algún día?

(Todas coinciden en la respuesta) A nosotras no. El ser oficial de primera significa más responsabilidad, trabajar por ejemplo con maquinaria pesada y cobrar solo un poco más. Y nosotras estamos bien así. Nosotras no somos fuertes.


Pero sería muy importante que subieseis en la escala de la construcción para cambiar cosas, porque con vuestro ingenio seguro que inventariáis algo para los problemas del peso, revolucionabais el oficio, seguro, seriáis pioneras. Me encantaría por ejemplo que cambiaseis el excesivo ruido de las obras a horas malas, la costumbre en este país de usar los martillos neumáticos a las 3 de la tarde a todo trapo. No sé si lo hacen para no dormirse ellos y así no duerme nadie.

(Risas). Mª Francisca: Puede ser. Ellos al tener fuerza física se ponen con lo que toque  y no caen en los ruidos que hacen ni en nada. Nosotras, como no tenemos fuerza… (Me llama la atención como siguen haciendo mucho hincapié en lo de la fuerza física, como si tuviesen que conformarse con ser ingeniosas y  lo sintieran más como un gran hándicap a salvar)


¿Y vuestro horario es?

Encarni: De 7.30 a 15.30h con el descanso del desayuno.


Y ahora, ¿en qué estáis trabajando?

Encarni: Hemos hecho un jardín poniendo unos bordillos muy altos, hemos rellenado las juntas con mortero, rellenado de tierra con la carretilla en lo que va a ser el jardín, luego plantaremos lo que traigan y pondremos piedrecitas encima.


Y a vuestras hijas, ¿le recomendarías este trabajo?

Mª Francisca: Nos gustaría que estudiasen e hiciesen otra cosa. 


Pero bueno, hoy el mundo está como está y el estudiar no garantiza que no se acabe haciendo algo manual como este trabajo, ¿no?

Mª Francisca: Claro, antes los estudios se notaban mucho. Hoy también, pero este trabajo te tiene que gustar, y además es muy duro. Nosotros hacemos esto porque no tenemos estudios. Antes las mujeres no estudiaban, por ejemplo yo, que soy de pueblo y los que no estudiamos se nota mucho.


Le pregunto a Ghane, que es la primera vez que ha sido contratada en albañilería, ella me cuenta que tiene tres hijas y una  niño de 4 meses. ¿Tus hijas qué quieren ser de mayores, quieren estudiar?

Ghane: Sí, mi hija la mayor tiene 14 años y quiere ser maestra. Y yo quiero que sea maestra, sí.


Estupendo y así será seguro.


Las retrato a las tres juntas. No les gusta mucho eso de la foto, pero son disciplinadas y posan. Me han atendido en su rato de descanso y vuelven al tajo. 


Me marcho pensando que aquí queda mucho por cambiar. El mundo de la construcción ha sido, sigue siendo muy masculino, lo sé de primera mano porque yo formo parte de él y lo he visto evolucionar en estos últimos treinta años. Ya somos arquitectas e ingenieras, definimos y dirigimos obras en la escala superior, pero no estamos en obra construyendo los proyectos en ningún oficio de ejecución que no sea  a través de estos planes de la administración pública; todavía no intervenimos de esta manera diferente, que yo constato como enriquecedora, en los trabajos constructivos a pie de obra.


Porque se puede combinar perfectamente la maquinaria, la fuerza física y el ingenio en las cuadrillas y como consecuencia, que el trabajo final salga mejorado, o lo que es lo mismo: la sociedad. Y concluyo que hay que seguir trabajando en la línea de la confianza para que ellas tengan la ambición de progresar, porque sientan que les renta en todos los sentidos. De esa manera las empresas las contratarían o incluso ellas se atreverían a formar una empresa propia para competir en el mercado, su valía ya queda acreditada. 


Pero me llevo la sensación de que ellas aún transitan lejos de tal convencimiento, porque actúan como si estuviesen aquí todavía de prestado. Pero, créanme, se sorprenderán de lo que dan de sí las peonas de albañilería y/o las oficialas, cuando se asuma por todos su potencial desde su rol de albañilas de calidad.



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